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Estos cíborgs se han sumado un sexto sentido para saber dónde está el norte

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Scott Cohen ya no solo tiene recuerdos sobre el mobiliario de su hogar o el olor de su habitación. Desde hace unas semanas, sabe perfectamente dónde está situado el norte en cada rincón de su hogar. No lleva ni el ‘smartphone’ ni una brújula en su mano constantemente: la vibración de un pequeño dispositivo anclado a su piel le hace sentirse unido de algún modo al campo magnético de la Tierra.

“En el momento que lo conectas y empiezas a tener el nuevo sentido, cambia la percepción del espacio en el que estás”, asegura Cohen a HojaDeRouter.com. A sus 51 años, este activista digital, fundador de la distribuidora de música digital The Orchard, es uno de los dos primeros humanos capaces de sentir el norte gracias a ese pequeño artilugio.

El otro es Liviu Babitz, con el que ha cofundado Cyborg Nest, una compañía londinense que quiere desarrollar “nuevos órganos sensoriales”. Ambos reflexionaron sobre qué sexto sentido podía venirnos bien como limitados seres humanos y pensaron en los rayos X o los rayos infrarrojos invisibles para nuestro ojo, aunque acabaron reparando en la orientación y decidiéndose a crear North Sense.

“El norte es algo profundamente enraizado en nuestra tradición, como en el Feng Shui, y es un sentido que comparten muchos animales, así que era un buen punto para empezar”, indica Liviu Babitz, CEO de la compañía. Las palomas o los tiburones son algunos de los animales dotados de una virtud especial para la orientación, un don del que tú supuestamente careces, aunque hay investigadores estudiando si tuvimos (o aún tenemos) un sentido del campo magnético.

De un modo u otro, los creadores de North Sense pretenden que ese órgano artificial, dotado de una brújula electrónica, repita constantemente la posición a todos los que estén interesados en modificar levemente su cuerpo para adquirir una nueva capacidad.

El proyecto que ha unido a los cíborgs

“En esta etapa de la humanidad empezamos a pensar ‘sabemos que necesitamos saber’, porque de otra forma no estamos cumpliendo el pensamiento más básico de un ser humano, que es ser curioso”, señala Liviu Babitz. A su juicio, si el uso de nuestros sentidos ha cambiado (utilizamos nuestros ojos “para ver Netflix” en lugar de para sobrevivir en un entorno hostil), ¿no está justificado que añadamos unos cuantos más para mejorar nuestra existencia?

Pero Babitz, que dice haber sido “muchos tipos de persona en los últimos treinta años” (asegura haber sido el responsable de operaciones de Videre, una organización que ayuda a filmar con cámaras escondidas abusos de derechos humanos en distintos rincones del mundo), no es el único interesado en que la tecnología mejore nuestra especie.

Neil Harbisson lleva implantado desde 2003 su ‘eyeborg’, un dispositivo que le permite escuchar los colores. Neil veía el mundo en escala de grises debido a una disfunción congénita, y gracias a ese peculiar dispositivo que ya luce en su pasaporte británico puede reconocer el color rojo en un sonido grave y el violeta en uno agudo y chirriante.

Otros cíborgs tienen facultades sobrehumanas que no suplen una carencia, sino que añaden una nueva habilidad, como percibir los seísmos. Gracias a un sensor implantado en su brazo y conectado a sismógrafos ‘online’, la bailarina catalana Moon Ribas siente todos los terremotos de la Tierra.

Tanto Harbisson como Ribas forman parte del equipo cofundador de Cyborg Nest, así como Steve Haworth, un reconocido artista dedicado a la modificación corporal. “Queremos que todo el mundo sea un cíborg”, señala Cohen, amigo de Ribas y Harbisson. Sin embargo, pensaron que al público general le daría “demasiado miedo” tener un dispositivo electrónico bajo la piel. Por eso, optaron por desarrollar ese pequeño dispositivo que cualquiera pudiera comprar, colocarse tras realizar tan solo dos perforaciones y configurar para que la brújula no se vuelva loca.

Una experiencia "relajante"

Ahora bien, ¿no es molesto tener las 24 horas del día un cacharro que vibra cada vez que encuentra el norte? “Si no lo siento, me siento un poco ansioso’”, señala Cohen, que califica la experiencia como “reconfortante, relajante, agradable”. “El nuevo sentido no es un dispositivo ‘plug-and-play’ [que lo enchufas y funciona de inmediato], así que tu cerebro pasa por diferentes estados para empezar a conectar y analizar los datos”, añade Babitz.

Para tristeza de los más ‘geeks’, el North Sense carece de GPS, conexión a internet o posibilidad de almacenar la información en la nube, por lo que no transforma al usuario en un Google Maps con piernas. Precisamente su sencillez era uno de los objetivos que perseguían sus fundadores para que no fuera un ‘wearable’, sino “un sentido” del que recibir información constantemente.

“La idea es que en nuestro mundo todo trata sobre la inteligencia artificial, ‘machine learning’, ‘big data’, analíticas... todas esas cosas. Esto es justamente lo opuesto a eso: la única inteligencia que determina los datos es mi cerebro”, destaca Cohen. Uno de sus objetivos es experimentar con la forma en que asimilan esas repetidas vibraciones sin las que vivían hasta hace poco.

Ya hay quien se ha interesado por los efectos del North Sense antes de que salga a la venta. Carl Smith, profesor de programación creativa en la escuela londinense Ravensbourne, va a colaborar con Cyborg Nest para estudiar de qué forma el North Sense influye en la vida de sus compradores.

Por su parte, Kevin Warwick, vicerrector de la británica Universidad de Coventry y uno de los cíborgs más veteranos —se implantó un microchip en el brazo para abrir y cerrar las puertas de su laboratorio hace casi dos décadas—, también ha querido opinar sobre North Sense.  El investigador ha puntualizado que se trata de “un dispositivo de cíborg de nivel básico” al no estar implantado bajo la piel, justamente la característica pretendida por los cofundadores de Cyborg Nest para lograr que su invento fuera más popular.

Todos podemos sentir el norte (aunque no es barato)

De momento, solo Scott Cohen y Liviu Babitz han probado el North Sense, que según nos detallan ha desarrollado la compañía electrónica israelí Nistec. El resto de cofundadores aún no lo ha utilizado, ni tampoco ningún cliente.

Eso sí, Cyborg Nest permite ya reservar el producto, que es resistente al agua y se recarga gracias a un puerto mini USB, por la nada módica cantidad de 350 dólares (325 euros), un precio que se elevará hasta los 415 dólares (385 euros) después del 30 de enero. Pese a ello, más de 200 entusiastas han decidido pagar ya para hacerse con uno. “En pocas semanas habrá cientos de cíborgs con North Sense en el mundo, y sabemos que este número crecerá exponencialmente”, defiende Babitz con orgullo.

La española Amparo Verdejo es una de ellas. A sus 58 años, esta pianista vivió un momento “crucial” en su vida cuando conoció a Neil Harbisson y Moon Ribas. De hecho, planea escribir un libro sobre la Cyborg Foundation, la organización que ambos fundaron, y le gustaría tener una antena como la de Harbisson para complementar su sentido musical.

Por ahora, está interesada en moldear su cerebro con el “órgano nuevo” de Cyborg Nest, pues considera que esa información está “muy pegada a la madre tierra” y puede venirle muy bien cuando monta sus caballos. "¡Deseando estoy de ir con mi North Sense y comprobar el mundo del caballo y el mío bajo ese prisma vibratorio!”, defiende.

Sabrina Bittencourt, una brasileña que vive entre España y América Latina, es otra de las primeras clientas de Cyborg Nest. Cofundadora de Jóvenes Transformadores, un proyecto de emprendimiento social, ha reservado su North Sense porque le gusta apoyar tecnologías de emprendedores independientes y porque le resulta “interesante la posibilidad de ampliar sentidos”. De hecho, ella misma nos cuenta que está desarrollando un microchip para la traducción de idiomas que será subcutáneo.

Los North Sense, que Cyborg Nest está fabricando con inversión propia de los fundadores y con el dinero que han recaudado de las preventas, comenzarán a llegar a los clientes dentro de tres o cuatro semanas, por lo que habrá que esperar para conocer las reacciones de los primeros entusiastas que decidan pender uno de su pecho.

No es el único producto que pretenden lanzar. Un dispositivo capaz de detectar la contaminación u otro que nos permita oír sonidos a una distancia mayor son algunos de los proyectos que planean a largo plazo. “Todo el mundo va a estar aumentado de alguna forma”, sentencia Babitz. “El futuro estará mucho más desarrollado y será mucho más apasionante, pero no hay nada más emocionante [...] que estar al principio”. Él puede presumir de ser uno de los primeros que siente cómo el norte vibra.

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Las imágenes son propiedad de Cyborg Nest y re:publica (3)


Las primeras mujeres españolas que lograron patentar sus inventos

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Francisca Jaquinet era la viuda de Juan Nicolás Jaquinet. Su esposo ya había muerto cuando esta francesa afincada en Madrid decidió registrar en España una de las creaciones del finado en 1826: una “máquina de chimenea económica portátil”. El documento donde solicitaba la protección del diseño durante cinco años dejaba claro que aquella especie de estufa arcaica había sido “inventada por su difunto marido”. 

Aunque la de Jaquinet fue la primera patente inscrita a nombre de una mujer en nuestro país, lo cierto es que esta pionera era de nacionalidad gala y atribuía la idea a su cónyuge. Para encontrar a la española que verdaderamente registró por primera vez tecnología propia hay que avanzar un poco más en el tiempo. Concretamente hasta el 20 de mayo de 1865, cuando se le otorgó a Fermina Orduña un privilegio industrial (una patente de la época) por cinco años para un "carruage caballeriza para la conducción higiénica de las burras, bacas o cabras de leche para la espendición públicas".

"Era una especie de carruaje para ordeñar y distribuir la leche de los animales”, describe a HojaDeRouter.com Patricio Sáiz, investigador y profesor de Historia Económica de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Este experto dirige, además, un proyecto conjunto entre la UAM y la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) para crear un registro histórico de solicitudes de patentes españolas.

Lo que había ideado Fermina, residente en Madrid, constituía un medio para repartir leche fresca a domicilio por los pueblos, con un lugar reservado a la fuente de la materia prima: sus dibujos desvelan que el animal viajaba a bordo del carromato, al que subía por una rampa situada en la parte trasera. El vehículo incorporaba en la parte de arriba una campana "para el aviso o llamada en la puerta del parroquiano" y una chimenea por la que salía el vapor de una caldera de agua caliente. Esta tenía un "graduador" (una llave) para regular la temperatura.

Aparte del carro, el esquema describe un vaso "para el ordeño" que se introducía por la parte superior en un "ordeñador mecánico", un recipiente que se llenaba con el agua salida de la caldera para conservar la leche caliente "durante 20 minutos", explicaba la inventora.

Por entonces, sobre todo en el norte de la península, era habitual que "las mujeres se hicieran cargo del entorno doméstico, incluido el ganado, mientras sus maridos se dedicaban a los trabajos de campo o industriales”, indica Sáiz.

Las contadas pioneras que solicitaban uno de estos privilegios en el siglo XIX, solían hacerlo “en las áreas a las que se dedicaban, relacionadas con lo que se suponía el papel de la mujer, como el ámbito doméstico, la sanidad o la costura”, señala Sáiz. Muchas protegían de esta manera sus ideas porque, como Jaquinet, se habían quedado viudas y tenían que hacerse cargo del negocio en ausencia del marido. 

Un ejemplo algo posterior es el de Candelaria Pérez, una comerciante canaria viuda que en 1889 obtuvo una patente por un auténtico todo en uno del hogar: había diseñado un mueble que incluía una cama combinable con un tocador, un lavabo, una mesilla de noche, un escritorio, un bidé, una mesa de ajedrez y otra de comedor. 

Pero más allá del ámbito doméstico, gracias a la explosión industrial, las mujeres comenzaron a hacerse hueco en las fábricas, donde estaban en contacto con máquinas que, como cualquier varón, eran capaces de mejorar. Las empleadas de sexo femenino abundaban sobre todo en sectores como el de las conservas, el textil o el del tabaco, que requerían una gran pericia manual o estaban mal pagados. “Es fácil encontrar patentes en estas áreas, porque resulta más sencillo dar con una idea o una manera de mejorar un procedimiento industrial cuando lo conoces de primera mano”, indica el experto de la UAM. Así, “algunas pioneras del siglo XIX patentaban en aspectos tecnológicos o científicos, aunque siempre a la sombra de los hombres”. 

Distintos nombres para un mismo documento

La primera normativa para proteger los inventos en España fue un real decreto al estilo francés que entró en vigor en 1811, durante la ocupación napoleónica de la península. El rey Fernando VII promulgó un segundo decreto en torno a 1820, aunque fue sustituido por una ley de patentes instaurada durante el trienio liberal que culminó en 1923, etapa en la que los registros pasaron a llamarse certificados. 

En 1826, cuando el monarca conservador volvió al poder, trató de recuperar viejas costumbres con una ley de privilegios de industria, una denominación que recordaba a los antiguos privilegios de invención otorgados arbitrariamente por los reyes europeos durante los siglos anteriores. “En la práctica venía a ser una ley de patentes como las actuales”, aclara el profesor de la UAM. 

Desde entonces, cualquier persona que hubiera inventado algo, independientemente de su género, “podía solicitar con un procedimiento administrativo un privilegio para proteger su idea hasta quince años. Una idea que tenía que materializarse en un avance técnico”, detalla Sáiz. El nombre de la figura legal volvió a cambiar en 1978 con el avance de la industrialización, adoptándose definitivamente el término patente, derivado del inglés. El objetivo seguía siendo el mismo: “Proteger a los inventores de nuevos procesos, procedimientos o productos que tuvieran aplicación industrial”, describe el experto.

Según Sáiz, el procedimiento de solicitud era similar al actual, aunque quizá algo más costoso. “En el siglo XIX patentar era algo caro, no todo el mundo podía desembolsar de golpe la suma necesaria para obtener la protección durante cinco, diez o quince años”, que eran los tres periodos posibles. El investigador estimó en su tesis que el precio “equivalía al sueldo anual de un trabajador medio, como un carpintero o un albañil”, recuerda. 

Mientras que un inventor actual analizaría lo que ya existe en el sector donde pretende innovar, por aquel entonces se le daba menos vueltas. “Presentaban lo que se exigía, que era una memoria técnica y descriptiva, unos dibujos y la solicitud, en los gobiernos provinciales o bien en el llamado Real Conservatorio de Artes y Oficios de Madrid”, la primera institución encargada de centralizar la documentación relacionada con las patentes, el germen de la actual OEPM. 

En 1850, la sede del registro pasó a llamarse Real Instituto Industrial, un nombre que conservó hasta algunos años después, cuando de nuevo fue rebautizada como Registro de la Propiedad Intelectual. Una vez enviado el sobre lacrado con toda la documentación y efectuado el pago, “se supone que ya estaba registrado el invento”, dice Sáiz. 

Las barreras que encontraban las mujeres de la época, más allá del precio y el papeleo, estaban relacionadas con el lugar que ocupaban en la sociedad. “Estaban sometidas administrativamente al varón, necesitaban la autorización ya fuera de su padre o de su marido”, indica el profesor. Tampoco disponían de los conocimientos técnicos que podía tener un hombre que hubiera accedido a la educación superior, porque ellas la tenían restringida. “Pero eran igual de inteligentes y sabían mucho de las áreas en las que trabajaban”, puntualiza Sáiz.

Visión de negocio

Pese a todo, Orduña se atrevió con su lechera móvil. ¿Realmente funcionaba aquel extraño vehículo? ¿Y la chimenea de Jaquinet? “Cuando ellas pagaban el sueldo de un año en una patente era porque pensaban que les iba a reportar beneficios”, considera Saez. Además, ocurre algo similar hoy en día: un buen porcentaje de los artilugios que se registran tienen unos diseños o funciones inverosímiles. Probablemente el invento de la ganadera española no se admitiría en la actualidad, pero “se siguen aprobando cosas muy raras porque se exige cierta novedad y luego se deja que sea el mercado el que decida si funcionan”. 

Al carro y a la máquina portátil se les sumó en 1878 una patente de invención concedida a un “dactílago” diseñado por la barcelonesa Carmen Fábregas, profesora de piano y viuda de otro educador del mismo instrumento. Se trataba de un misterioso artilugio supuestamente destinado a “educar los dedos” en la enseñanza del piano. 

En 1890, la valenciana Elia Garci-Lara registró un “lavadero mecánico para ropa de uso”, una suerte de lavandería que incluía, entre otras máquinas, una para lavar y otra para planchar. Pero el sistema hacía mucho más: permitía clasificar la ropa según distintos criterios, como el género o el grado de suciedad, para después pasar al lavado con lejía, enjabonado, aclarado, escurrido mediante un “hidro-extractor” centrífugo, secado al aire libre o con una estufa, y terminar con el planchado y plegado de las impolutas prendas.

Aunque seguían siendo escasas, el número de patentes tecnológicas con nombre femenino fue aumentando durante los siguientes años. Entre 1882 y 1935 se registraron en España 10.087 documentos firmados por una sola persona, de los que 211 correspondían a mujeres (alrededor del 2 % del total), según datos de la OEPM. La cifra siguió creciendo con registros tecnológicos como el mítico “procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para lectura de libros”, el antecesor del libro electrónico patentado en 1949 por la maestra ferrolana Ángela Ruiz, más conocida como doña Angelita

Muchos de estos curiosos inventos de mujeres de siglos pasados forman parte de una exposición conmemorativa, resultado del trabajo del equipo de la UAM y la OEPM. Es posible visitarla ‘online’ para ver y leer las explicaciones que Francisca, Fermina y sus congéneres daban sobre los peculiares artilugios. Aunque descifrar la enrevesada escritura de estas pioneras, todo hay que decirlo, es casi tan complicado como hacer realidad sus ingenios.  

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Las imágenes de este artículo son cortesía de la OEPM/UAM

Una tarifa plana de transporte para acabar con la compra de coches

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Si Tolkien desarrolló un mundo fantástico en el que un anillo era suficiente “para atraerlos a todos”, ahora un hombre trata de cambiar cómo nos movemos partiendo de una idea similar. Nada de coches en propiedad ni de sufrir por la escasa frecuencia de los autobuses en fin de semana o la del metro por la noche: una tarifa plana para transportarnos a todos será la realidad en un futuro no muy lejano si se cumplen las previsiones de Sampo Hietanen.

Hietanen es el fundador y CEO de MaaS Global, la 'startup' finlandesa con la que pretende hacer realidad el concepto que él mismo acuñó hace más de una década. “La idea básica del MaaS [Mobility as a Service] es combinar todos los medios de transporte en una única solución y proporcionar una tarifa única”, resume Hietanen a HojaDeRouter.com.

Todo empezó en 2006, cuando Hietanen se puso a imaginar cómo sería el futuro de la movilidad. Su inspiración, lejos de encontrarse entre las páginas de la trilogía de 'El Señor de los Anillos', resultó estar en la industria de las telecomunicaciones. Si las operadoras ofrecen internet, telefonía e incluso televisión por cable a través de una tarifa plana, pensó, ¿por qué no intentar algo semejante con el transporte urbano? “Es un dinosaurio que no ha cambiado nada en épocas”, lamenta el finlandés.

Desde entonces, Hietanen asegura haber dado más de un millar de charlas sobre el MaaS y parece que su búsqueda de apoyos a lo largo y ancho del mundo empieza a surtir efecto. De hecho, su compañía lanzó a finales del pasado año Whim, una aplicación que ya funciona en Finlandia y que aterrizará en el condado inglés de las Midlands Occidentales, donde se encuentra la ciudad de Birmingham, en los próximos meses.

Si aplicaciones como Google Maps o Citymapper informan a los usuarios sobre todas las opciones de transporte que tienen a la hora de moverse de un punto a otro, Whim va más allá y no solo indica cuándo pasará el próximo tren, sino que hace las veces de billete.

“Con la suscripción a Whim se obtiene un fácil acceso para usar taxis, transporte público como autobuses, tranvías, metros y trenes de cercanías y coches de alquiler”, resume Hietanen. Próximamente, el servicio incluirá las bicicletas de alquiler de numerosos municipios, así como servicios de ‘car sharing’.

Usando como ejemplo la ciudad de Madrid, para contar con todas las opciones de transporte hay que tener un abono de transporte que incluye autobús, metro y tren de cercanías (que, para una sola zona, vale más de 50 euros), un presupuesto destinado a taxis o servicios como Uber, 15 euros para un abono anual del servicio madrileño de bicicletas y un buen puñado de aplicaciones para conducir uno de los vehículos que Car2Go, emov o eCooltra, entre otras compañías, ponen a disposición de los usuarios con sus respectivas tarifas. Lo que propone Hietanen, sin embargo, es tener acceso a todo a través de una sola aplicación y pagando una tarifa plana.

“Whim ofrece actualmente tres paquetes mensuales diferentes y un modelo ‘pay-as-you-go’ que permite probar el servicio pagando billetes individuales”, explica el padre de la idea. Con estos tres tipos de suscripción, que van de los 89 a los 317 euros mensuales, el usuario tiene acceso ilimitado al transporte público y, en función del paquete elegido, un número concreto de puntos con los que pagar taxis, alquiler de coches y, en el futuro, el resto de servicios. Hietanen aclara que estas son las tarifas de Finlandia; una vez que lleguen a otros países, los precios se adaptarán a las peculiaridades de cada lugar.

Adiós a los coches (en propiedad)

Mientras en las principales capitales europeas se estudia la peatonalización de las calles más céntricas y las restricciones a la circulación de vehículos en determinadas circunstancias (como el reciente caso madrileño por los altos índices de contaminación), el modelo de Hietanen persigue que tener un coche en propiedad, directamente, deje de ser una necesidad.

Además, se adapta a los hábitos de los más jóvenes. “El cambio ya se puede ver en todo el mundo con los ‘millennials’: los ‘must-haves’ [propiedades indispensables] de las generaciones anteriores no son tan importantes para los jóvenes, que son reacios a comprar artículos como automóviles, música o casa y optan por utilizar diferentes servicios sin tener que recurrir a la propiedad y dando lugar a una economía compartida”, resume el creador de Whim.

La idea de la movilidad como servicio, según Hietanen, podría no solo beneficiar al medioambiente, sino también al bolsillo de los ciudadanos. Si bien advierte que a la gente le resulta difícil calcular el coste real de tener un coche en propiedad debido a las distintas variables (tales como mantenimiento, combustible, aparcamiento o el pago del seguro), él estima que la movilidad como servicio podría permitir ahorrar unos 500 euros mensuales.

La andadura de MaaS Global comenzó el 1 de enero de 2016. Hasta la fecha, lo más duro para Hietanen ha sido aprender de los hábitos de los usuarios para conocer exactamente sus necesidades. No obstante, otro obstáculo que se adivina en el horizonte de la movilidad como servicio es la necesidad de encajar a los distintos proveedores de transporte en una sola plataforma, con esa tarifa plana que haga olvidar los coches y, por qué no, la contaminación.

De cumplirse las previsiones del finlandés, este concepto llegará muy pronto a España. Aunque aún no tienen fechas concretas, Hietanen afirma que MaaS Global ya ha empezado a negociar con proveedores de transporte en nuestro país. “El objetivo sería lanzar Whim en una ciudad española a lo largo de este año, porque creemos que España podría tener un papel precursor en el MaaS”, sentencia el CEO de la compañía. 

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La imagen de este artículo es propiedad de Contando Estrelas

Las mujeres que tejían los programas de los primeros ordenadores españoles

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El 2 de enero de 1973, el año en el que Mocedades quedaba en segundo lugar en Eurovisión por su ‘Eres tú’ y el presidente franquista Luis Carrero Blanco era asesinado en un atentadodos hermanas de Baena (Córdoba) conseguían trabajo en la empresa que había desarrollado los primeros ordenadores comerciales en España.

Lola Carmona tiene grabada en la memoria la fecha en la que comenzó a trabajar en Telesincro, aquella pionera empresa informática fundada por Joan Majó, un ingeniero que llegaría a ministro. Había cumplido 20 años el día anterior y había logrado pasar las pruebas para trabajar en la fábrica barcelonesa pese a no haber visto un soldador en su vida. 

Tampoco estaba familiarizada, en general, con la informática. “Sí sabíamos que era un ordenador más grande que una nevera, porque lo habíamos visto, pero no nos daban tantas explicaciones respecto al ordenador en el que teníamos que trabajar: era tejer y poco más”, explica Lola a HojaDeRouter.com

Aunque Lola sea modesta describiendo la labor que realizó en una empresa de la que guarda “recuerdos muy buenos”, la desconocida tarea de tejer programas era ardua. En aquella época, un soporte para almacenar los programas eran las placas llenas de hilos de cobre que atravesaban toros de ferrita. Esas anillas eran núcleos magnéticos que registraban ceros y unos.  

Los Factor de Telesincro, máquinas encargadas de llevar la contabilidad de las empresas, usaban esa última tecnología de memoria ROM. De hecho, el ordenador de navegación del Apolo utilizado en las misiones lunares ya albergaba ‘core rope memories’ (algo así como memorias de cuerdas de anillos) para almacenar el ‘software’.

Ese tipo de memoria también fue conocido como LOL memory (‘Little Old Ladies’), en referencia al grupo de jóvenes mujeres que tejía los programas en aquellas placas que viajarían al espacio. Al igual que ellas, las hermanas Carmona trabajaron duramente enhebrando las tripas de los primeros ordenadores patrios.

El ‘software’, una mantilla de cables

La tarea resultaba "laboriosa, pero bonita si te gustan las manualidades”, detalla Lola, como si hubiera tejido ayer su última placa. “Son muchos metros de cable, de hilo que tienes que pasar de un lado a otro", añade su hermana Teresa. "Era una cosa para tener mucho cuidado”.

Con la sola ayuda de sus manos, y una aguja o unas pinzas en momentos puntuales, el grupo de tejedoras de Telesincro cableaba cada una de las placas dentro de una matriz de 32 filas por 22 columnas, fijándose en unas instrucciones llenas de recorridos dibujados. “Yo ya en mi pueblo había hecho mantillas, a mí esto de tejer ya no me venía de nuevo. Las tejía y era muy bonito, muy similar a lo que me estaba esperando en Barcelona”, ejemplifica Lola.

Las tejedoras no debían equivocarse pasando los hilos por un determinado toro, algo más difícil de lo que podría parecer teniendo en cuenta que, según Jordi Vidal, uno de los ingenieros más destacados de Telesincro, el número de enhebrados podía superar los 10.000 en una placa de programa para los Factor P, Q y R, tres de los primeros miniordenadores de la compañía.

La complejidad de la tarea aumentaba a medida que iban avanzando: cada vez disponían de menor hueco para que el hilo pasara por un toro. Lo más engorroso era hacer cambios, para corregir algún error de la tejedora o del programador o para realizar las modificaciones que pedía el cliente. Localizar el hilo afectado entre la multitud, retirarlo con unas pinzas deshaciendo el anterior trabajo y evitar que se rompiera era lo habitual en esos tiempos, cuando el ‘software’ no podía modificarse con unas cuantas líneas de código.

Según Teresa, reparar placas viejas era a veces lo más satisfactorio "porque era como un reto”. Las dos hermanas Carmona coinciden en que “les gustaba” ese trabajo, lo consideraban “gratificante” y se les daba bien dejar las placas limpias y ordenadas. Algunas de sus compañeras, como una íntima amiga suya desde aquel entonces, encontraban más dificultades.

Una labor que requería gran concentración

“Yo lo recuerdo como un trabajo pesado, era una cosa que tenías que estar con los ojos muy concentrada”, apunta Mari Carmen González. Ella empezó a trabajar en Telesincro el mismo año que Teresa y Lola, aunque solo contaba con 16 primaveras por aquel entonces. Había estado trabajando de cara al público seis días a la semana, por lo que un empleo con horario de mañana le pareció un buen avance.

Sin embargo, Mari Carmen no llegaba al nivel de perfección que alcanzaban sus compañeras a la hora de tejer las placas. “No me salía igual, el recuerdo mío es que me costaba mucho. Acababas de hacer una placa y empezabas otra [...] no me gustaba el trabajo rutinario. No lo sabía, me di cuenta allí”, reflexiona. Sus problemas para cumplir los plazos fueron la causa de que a Mari Carmen no se le subiera el sueldo, a diferencia del resto del equipo. “Decidí casi ni respirar, no ir al lavabo para estar más rato allí, estar antes del desayuno, después del desayuno…” 

Aunque no logró mejorar sus resultados, la compañía se dio cuenta de que lo suyo no era falta de interés y decidió concederle el aumento. De hecho, estas tres tejedoras coinciden en que el ambiente de trabajo en Telesincro era muy familiar y agradable.

El equipo de tejedoras estaba integrado exclusivamente por mujeres, en Barcelona y en delegaciones como la de Valencia. Aunque ninguna de las trabajadoras de Telesincro se sintió discriminada por sus compañeros, eran conscientes de las diferencias salariales. “Ellos ganaban mucho más que nosotras, de eso no me cabe la menor duda”, señala Lola.

Jordi Vidal coincide en que la compañía pudo decidir que ese trabajo solo lo desempeñaran mujeres por su parecido con el oficio de bordar y porque les podían pagar menos. “Era un trabajo delicado pero muy duro, que puede que no fuese siempre reconocido o remunerado suficientemente”, admite Jordi.

En aquel momento, las tejedoras no pensaban mucho en ello. Creían que su sueldo “estaba bien”, aunque desconocían los que se pagaban en otras empresas y sus padres eran sus únicos asesores. Lola recuerda que su sueldo anual era de 6.800 pesetas, muy superior a las 186 pesetas del salario mínimo mensual de 1973 o a las 225 del año siguiente. A ello se sumó que, poco a poco, todas fueran haciéndose un hueco cada vez mayor en aquella empresa que fabricaba novedosos ordenadores.

Ascendiendo en Telesincro (para bien o para mal)

Mari Carmen no estuvo mucho tiempo tejiendo placas. Desconoce si como premio o como castigo, la enviaron a trabajar como administrativa en distintos departamentos. Miembro de Comisiones Obreras y del comité de empresa, promotora de manifestaciones para reclamar mejores condiciones o pedir la readmisión de algún compañero, ella misma se sorprendió en alguna ocasión dando su brazo a torcer por la empresa pese a que no estaba bien visto.

Jordi Vidal le pidió quedarse más horas cuando estaba desarrollando una impresora y ella accedió con gusto. “En un momento me doy cuenta de que estoy trabajando con uno que es ‘parte de la empresa’ y me estoy quedando a trabajar hasta la 1 y las 2 de la noche… y que lo estoy haciendo con gusto y ganas”, recuerda entre risas. No en vano, con el tiempo recibió cursos de programación en Telesincro -programó en binario el famoso retrato del Che Guevara y se lo imprimió-, de la aplicación de procesamiento de textos WordPerfect o de inglés.

A Teresa Carmona le gustó mucho menos pasar de ser tejedora a administrativa. Encargada de controlar el absentismo de sus compañeros, a mano al principio y con ordenadores después, la gente comenzó a “mirarla de otra manera” cuando colgó la bata y se sentó junto al jefe de personal. Añoraba aquella labor manual tejiendo placas en la que se dejaba la vista.

Su hermana también lo echaría de menos. El Factor-S, diseñado en 1969, fue el primer ordenador de Telesincro que utilizó un disco duro para los programas (un tambor magnético) en lugar de aquellas matrices de toros de ferrita. Con el paso de los años, el ‘software’ comenzó a programarse con ayuda de un teclado y a almacenarse en discos magnéticos.

La labor de Lola, que permaneció en la fábrica, comenzó a ser más mecánica y repetitiva. Las chicas insertaban componentes electrónicos para la creación de impresoras y los chicos comprobaban y ponían en marcha las placas. Aunque el control de los tiempos ya era habitual en su etapa como tejedora, la vigilancia comenzó a extremarse. 

“Se ponía un cronometrador delante y aquello había que cumplirlo, eran otros tiempos”, señala. De hecho, en 1976, Telesincro fue adquirida por Secoinsa, la Sociedad Española de Comunicaciones e Informática creada por el Instituto Nacional de Industria. Había dejado de ser una empresa familiar y Joan Majó y Jordi Vidal ya habían abandonado el barco.

A Carmen Jandra le fue mucho mejor. También comenzó a cablear programas a principios de los 70, aunque en su caso en la delegación de Valencia. Ser tejedora no le parecía demasiado complicado ni creía estar sometida a demasiada presión: los compañeros concebían aquel trabajo como "para toda la vida” y mantenían una buena relación al no existir “una competitividad feroz”.

Carmen, una “persona bastante curiosa”, se interesó por ir descubriendo más y más secretos de los ordenadores de Telesincro. Con los años pasó de tejedora a codificadora (traducía las instrucciones del programador en el papel para las tejedoras), ayudante de programación e incluso programadora del ‘software’ que utilizaban las empresas para realizar su contabilidad. “Tuve suerte, aunque fuera para entrar como tejedora, luego tuve posibilidades de cambios positivos”, recuerda con humildad. 

De artista a programadora: la primera mujer en I+D

Mientras las hermanas Carmona, Mari Carmen González y Carmen Jandra cosían placas, Rosa Casellas ya ocupaba un lugar destacado en el laboratorio de I+D de la compañía. Nunca había soñado con trabajar entre ordenadores - amante de la pintura, el dibujo y el baile, había estudiado en la Escola Massana para ser artista-, pero los problemas económicos en su casa le obligaron a buscar otra profesión.

Su novio le recomendó estudiar programación y ella siguió su consejo. “Me dijeron que me apuntara a perforación primero, porque una chica tiene que empezar primero en perforación”, detalla Rosa. Y así lo hizo, pero fue la única mujer de su curso que siguió con los estudios para pasarse a la programación, lo que la ayudaría a conseguir un puesto de analista programadora en el laboratorio de I+D de Telesincro en 1974. 

“Buscaban programadores que no hubieran estado en administración ni en esas cosas mucho tiempo [...] No tener ya una mente estructurada, sino más libre, y a lo mejor por eso encajé”, reflexiona. Rosa comenzó a trabajar con Ramón Tortajada, uno de los creadores del Factor-S, el primer ordenador que Telesincro diseñó y fabricó por completo. 

Colaborar en el desarrollo del Conversal, un lenguaje de programación que llegó a utilizarse en la Serie 10 de los Factor, o desarrollar el ‘software’ de una de las impresoras de Telesincro fueron algunos de sus cometidos. “Los programas que hacíamos eran para que el ordenador supiera interactuar con el siguiente programador que se dedicaría a hacer programas contables”, señala Rosa, que resume su labor en enseñar a la máquina “a sumar, a escribir y a pensar”.

Rosa disfrutó mucho en aquel trabajo y define aquella época como “muy feliz y muy creativa”. El único obstáculo que recuerda fue tener que “pelear un poco” para conseguir las mismas condiciones que sus compañeros. “Lo único que sí me fastidiaba es que en el sueldo era inferior al de los demás", señala. "Ahí sí ha habido siempre alguna diferencia, aunque en Telesincro no recuerdo que hubiera demasiada".

Casellas decidió abandonar la empresa a los ocho años para dedicarse a sus hijos, aunque nunca dejó el código. En la actualidad trabaja programando “por placer” para quien lo necesita, mantiene alguna página web y está aprendiendo el lenguaje de programación HTML 5 para “no quedarse dormida”.

El resto de las tejedoras consultadas trabajaron al menos durante dos décadas en Telesincro, reconvertida en una empresa dedicada principalmente a la producción de datáfonos. La última en salir fue Teresa Carmona, en 2005, cuando la compañía ya estaba en manos de la francesa Ingenico. Contaba con una extensa experiencia pero escasa formación para enfrentarse al mundo laboral.

“Era una niña y no conocía nada, y tuve mucho suerte de entrar allí, tanto que estuve veinte años allí, que tengo grandes amigos ahí, que tengo hermanos elegidos”, afirma Mari Carmen. “Para mí el trabajo era perfecto, lo recuerdo así”, añade Lola, recordando su primera etapa en Telesincro. Tanto su hermana como ella conservan aún con cariño una de aquellas placas que, hace ya cuarenta años, tejían con hilos de cobre para los primeros ordenadores patrios.

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Las imágenes son propiedad de Jordi Vidal, Mari Carmen González y Rosa Casellas

De Yaap a Bizum y Verse: el cuento de los pagos móviles aún busca su final feliz

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Son simples gestos a través de una aplicación móvil: se selecciona una cantidad, se le asigna un destinatario (del que deberemos tener el número de teléfono u otro tipo de identificación) y el dinero se envía. En menos de un minuto habremos hecho una transferencia monetaria, algo para lo que hasta ahora teníamos (y tenemos y tendremos, porque no parece que vaya a terminar pronto) que ir al banco, hacer cola y firmar un papel (o, si lo hacemos a través de la web de la entidad bancaria, conocer la cuenta del destinatario y echar mano de claves, tarjetas de coordenadas y códigos recibidos por SMS para confirmar la operación).

Las aplicaciones de pagos móviles aportan comodidad, instantaneidad y universalidad. No suele haber comisiones. Mientras esperamos a que soluciones de gigantes como Samsung Pay, Apple Pay o Android Pay se popularicen para realizar transacciones en comercios, un puñado de 'apps' españolas intentan o han intentado abrirse paso en el negocio de mandar dinero de un dispositivo a otro.

Una de ellas ha fracasado; otras dos tratan de darse a conocer y hacerse un hueco, bien con el respaldo de las entidades bancarias, que no quieren quedarse atrás, o bien por libre, captando el interés de inversores extranjeros. Las que intentan salir adelante se parecen mucho a aquella que fracasó. Y todo ello, en un contexto en el que el ‘fintech’ (la tecnología financiera) cobra cada día más relevancia: según la 'app' de gestión de economía personal Mooverang, en 2015 se invirtieron 130 millones de euros en las 121 compañías del sector que ya existían, un 39 % más que en 2014. ¿Tendrá final feliz este cuento?

La pionera que se adelantó demasiado

Nuestra historia comienza con Yaap, la 'app' de pagos móviles que lanzaron en 2014 de forma conjunta CaixaBank, el Banco Santander y Telefónica. Su funcionamiento era simple: el usuario vinculaba a su cuenta una tarjeta de débito o crédito y, con el dinero que transfería desde esta, podía realizar pequeños pagos a los contactos de su agenda (siempre y cuando ellos también tuvieran cuenta en Yaap). Los destinatarios recibían la suma al instante.

Había otro objetivo: que los usuarios pudieran realizar sus pagos en pequeños comercios. Sin embargo, esta línea de negocio no llegó a prosperar. La otra tampoco caló hondo, así que Yaap se vio obligada a cerrar el pasado 2 de octubre, tras 27 millones de euros en inversión y 2.444 euros de ingresos en 2014.

Una de las personas vinculadas a este proyecto recuerda a HojaDeRouter.com los primeros meses de trabajo: "Muy ilusionante, el papel lo aguanta todo y el Power Point más. Al principio todo fue muy sencillo, porque se trataba de ir construyendo la tecnología que diera resultado a esto. Por otro lado se estuvo preparando desde el punto de vista comercial toda la captación de usuarios".

En su opinión, Yaap fracasó porque "tres grandes no se van a poner de acuerdo en hacer nada, y sobre todo dos que son competidores a machete en la calle, para llevar a cabo ningún proyecto. Eres muy idealista, pero luego llegas sobre lo concreto y los intereses al final acaban estando encontrados, y luego uno tira de más de una cuerda y el otro de la otra… En definitiva, corporativamente es muy complicado que dos competidores de esa envergadura se entiendan. Al principio, sobre lo general, todo el mundo está de acuerdo, y cuando llega a lo particular empiezan las diferencias".

Que las intenciones iniciales de la 'app' jamás llegarán a materializarse también pudo influir en su declive. "Nació el proyecto quizá un poco cojo, porque nació no solo para el P2P", recuerda. "Quizá si hubiera ido eso de la mano de una transacción en comercios hubiera tenido más sentido, de modo que hubieras creado una aplicación que tuviera un doble uso: por un lado, pagar al comercio sustituyendo a la forma tradicional de pago; y por otro lado, que además pudieras, con esa misma aplicación, hacer pagos entre particulares. Eso sí que hubiera sido una propuesta robusta", considera.

Sin embargo, la aplicación que vio la luz era un proyecto de mínimos. "Desde el principio limitaron el alcance del proyecto y creo que eso fue otro de los problemas", insiste. "Es una pena, yo creo que fue ilusionante en un momento determinado, arrancó fuerte, con mucha ilusión".

Bizum, la respuesta conjunta de los bancos

Al mismo tiempo que Yaap languidecía, 27 entidades bancarias, del BBVA o Bankia a varias cajas rurales, Evo Banco o la propia CaixaBank y el Santander, decidían que no podían quedarse atrás en el nuevo mundo de los pagos móviles, porque Google, Samsung y Apple no iban a detenerse. Bizum fue su apuesta un tanto "a la desesperada", como señalaron en su día algunos medios.

La 'app' de Bizum, que se publicó el pasado mes de octubre, ofrece lo mismo que Yaap: pagos al instante y de cuenta a cuenta, con la esperanza de que próximamente se puedan realizar también en tiendas 'online'. A diferencia de lo que ocurría en Yaap, no hace falta registrarse para empezar a funcionar: se opera con la información de nuestra cuenta corriente y solo necesitaremos el número de teléfono del destinatario para mandar dinero.

"Es un pago inmediato a través del móvil y de cuenta a cuenta. Esa característica de inmediatez me parece muy importante", destaca a HojaDeRouter.com Ángel Nigorra, consejero delegado de Bizum. También reseña la universalidad, con tan solo una cuenta corriente y un teléfono móvil, "sin necesidad de cambiar de banco". Cada entidad decide si cobrar comisiones o no a sus clientes.

Aunque de momento son 27 las que forman parte de la sociedad, otras entidades financieras pueden adherirse. De hecho, se espera que pronto esté disponible en Deutsche Bank, Banca March, Open Bank (del banco Santander) y la Caja de Ingenieros. No está, por el momento, ING, que tiene su propio servicio, Twyp. Según sus propios datos, tras solo un mes de funcionamiento, la 'app' ya había movido 3,3 millones de euros. A comienzos de enero contaban con 295.000 usuarios, que habían realizado 325.000 operaciones por 14,2 millones de euros.

Comparándola con la desaparecida Yaap, Nigorra cree que "la principal fortaleza de Bizum es ese carácter universal derivado de la participación de prácticamente todos los bancos españoles. Yo creo que esa característica de universalidad, de que pueda ser para todos, es fundamental para generar ese efecto red, ese efecto de que, con confianza, podamos mandar un 'bizum'". Hay una inversión de 100 millones de euros detrás de ello.

A Nigorra no le asustan propuestas de la competencia como Apple Pay o Samsung Pay, porque Bizum se puede usar con "cualquier teléfono móvil sin estar ligado a una u otra marca o a una u otra tecnología". El surgimiento de otras herramientas le parece, incluso, beneficioso: "Creo que el mercado de pagos es un mercado muy dinámico y muy competitivo, donde casi diariamente están apareciendo nuevas soluciones. Yo creo que quizás tenemos que valorarlo positivamente en el sentido de que damos más opciones para elegir a los usuarios". En su opinión, el "principal rival" es el dinero en efectivo, que califica de "incómodo, ineficiente, menos transparente".

Para el futuro se han trazado tres líneas de trabajo: ofrecer nuevos servicios en los pagos entre particulares, iniciar "a mitad de año" los pagos en comercios electrónicos y, por último, integrar Bizum en soluciones de terceros.

Verse, la veinteañera que montó una yincana con ‘influencers’

Los usuarios que no quieran o puedan vincularse a alguna de las entidades bancarias tienen su alternativa en Verse, la ‘app’ de unos veinteañeros de Barcelona que se ha convertido en una estrella mediática en los últimos meses.

Verse salió al mercado en febrero de 2016 "con la idea de hacer que los pagos sean fáciles, incluso divertidos", explica a HojaDeRouter.com Álex Lopera, COO y cofundador de Verse junto a Dario Nieuwenhuis y Borja Rossell. "Nos sorprendíamos de cómo actualmente comunicarte con la gente es tan fácil", pero hacer un pago aún sigue vinculado a "industrias que están quedándose obsoletas y sigue siendo complicado".


Verse funciona como Yaap: se introduce una tarjeta de crédito, se busca el contacto al que se quiere enviar el dinero y se manda la cantidad deseada. O el procedimiento a la inversa: como también sucedía en la pionera, se puede reclamar dinero a otros. La principal diferencia entre esta aplicación y las demás es que funciona con tecnología 'blockchain' (la base de Bitcoin), que ofrece una mayor protección de los datos y las transacciones mediante su sistema de bloques compartidos y cifrados.

Con sede en Barcelona (para darse a conocer llegaron a organizar una yincana con 'influencers' por la ciudad) y centrada ahora mismo en el mercado europeo (se encuentra disponible en más de 15 países de la UE), el equipo está formado por 17 personas, incluidos los tres socios fundadores. "Hay todo tipo de perfiles. Hay gente muy joven en la compañía y hay gente algo más 'senior', pero somos una empresa muy joven y se ha creado un ambiente genial", afirma Lopera.

En total, la compañía ha conseguido reunir 10,1 millones de dólares (9,33 millones de euros) en dos rondas de financiación. Han apostado por Verse firmas de capital riesgo como Spark Capital, que ya invirtió en el pasado en compañías como Tumblr, pero también inversores particulares como Bernardo Hernández, exdirectivo de Google y detrás de éxitos como Idealista o Tuenti, o José María Fuster, expresidente de OpenBank.

Lopera asegura que no habrá publicidad en Verse, que además no cobra comisión alguna por las transacciones (salvo en las operaciones que implican un cambio de divisa). La rentabilidad tendrán que encontrarla en otra parte. "De todas formas, ahora la compañía no está centrada en monetizar sino en crecer", matiza su cofundador. Se preocuparán por los ingresos cuando Verse se haya convertido en una herramienta para todo tipo de pagos: "En los próximos meses habrá nuevas funcionalidades. Una de ellas es la de poder pagar en comercios 'online'".

El futuro: 'startups' contra gigantes

Si la pionera española tuvo que cerrar, ¿qué puede hacer que alguna de las otras tenga su final feliz? La fuente de Yaap recuerda que este tipo de aplicaciones"o cuentan con un volumen brutal o no funcionan". Es prácticamente blanco o negro: “O lo tiene todo mi entorno o yo no lo voy a hacer”. De hecho, aún siendo cliente de uno de los bancos que están detrás de Bizum, afirma que no usa la ‘app’.

Además, cita los problemas "de seguridad, de incertidumbre, de miedos" que pueda tener la gente sobre los datos que usan y almacenan esas herramientas. "Para Yaap fue también un problema importante". Aunque ha pasado un tiempo desde el cierre, todavía no sabe si en España estamos "preparados para confiar" en la tecnología de los pagos móviles: "Creo que somos bastante desconfiados, y no te cuento nada con el dinero".

François Derbaix, cofundador de Toprural y Rentalia y ahora inversor en varias empresas de 'fintech', cree que "es difícil montar una solución de pago móvil líder a nivel local desde España". Por eso no apuesta por las contendientes nacionales. "Yo creo que la solución vendrá de fuera".

Sobre el cierre de Yaap, recuerda que cuando vio el anuncio de que dos grandes bancos iban a operar juntos y con Telefónica, pensó: "De ahí no puede salir una 'startup' que funcione". Admite que "es una opinión muy personal", pero le parece que "una asociación entre tres dinosaurios nace muerta: es demasiado difícil ponerles de acuerdo, tener la agilidad que necesita una 'startup' desde empresas tan grandes. Creo que no tenía mucha posibilidad de éxito".

Para él, Bizum es “una iniciativa quizá más complicada, porque pone en común a mucha más gente todavía. Son muchos más bancos". Aunque no conoce el caso en profundidad, considera "que una iniciativa conjunta de bancos para competir con empresas que son mucho más ágiles va a ser difícil”, y recuerda que "van a competir contra otras empresas internacionales que van a ofrecer probablemente una tecnología mejor".

“Yo creo que hay mucho por hacer”, dice Lopera desde Verse. “Es una industria con un potencial muy grande. Es una industria complicada, porque está altamente regulada”. Esta misma semana, la Asociación Española de Fintech, con más de 80 asociados, ha pedido un marco regulatorio específico para estas empresas dentro del sector de las finanzas, con medidas para fomentar la innovación o legislar el 'blockchain' para operar en los mercados.

Lopera ve dos jugadores en esta gran partida: los productos lanzados por bancos y los productos sin respaldo financiero detrás, "que se centran en la experiencia final de su usuario. Creo que son estos los que acabarán ganando, básicamente porque son empresas construidas para y por el usuario en sí, y eso hace que el producto que salga de ahí sea infinitamente mejor y al final más utilizado por el cliente".

"Yo creo que el público cada vez es más receptivo y cada vez tiende a pagar más con el móvil", opina. "Que para enviar un dinero no tenga que recurrir a la mítica tarjeta de coordenadas o entrar 'online' y estar diez minutos para hacer una transferencia, [meter] el número de IBAN, el destinatario…" Derbaix, por su parte, desea que cualquier 'startup' española "tenga muchísimo éxito en este sector. De los bancos veo más complicado que salga algo bueno para el usuario, pero veremos". Efectivamente, está por ver si esta historia que empezó con el fiasco de Yapp llega a tener final feliz para alguno de los protagonistas españoles. 

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Las imágenes que aparecen en este reportaje son propiedad de Bizum

Así es el móvil ultraseguro que Trump debería usar (si no fuera un botarate)

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Hace poco más de una semana, medios de todo el mundo se hacían eco de una sorprendente noticia en torno a las polémicas decisiones del presidente de los Estados Unidos. Esta vez, sin embargo, no tenía nada que ver con sus opiniones sobre los inmigrantes o el cambio climático, sino con un aspecto tecnológico: según desvelaba The New York Times, Donald Trump sigue utilizando su antiguo móvil Android, “pese a las protestas de algunos de sus asistentes”.

Se trata, al parecer, de un Samsung Galaxy al que supuestamente había renunciado para usar un dispositivo “seguro, cifrado y aprobado por los Servicios Secretos”. No sabemos si Trump ha abandonado estas buenas intenciones o está utilizando más de un teléfono, pero el simple hecho de llevar encima un ‘smartphone’ sin las medidas de protección adecuadas ya conlleva graves riesgos para la privacidad de los asuntos de estado.

"Cuando un miembro del gobierno quiere realizar comunicaciones seguras tiene que asumir que puede ser el objetivo de ataques dirigidos […], no solo enfocados a interceptar tráfico no cifrado, sino a instalar ‘malware’ en el teléfono”, explica a HojaDeRouter.com Karl Osterberg, responsable de producto de GSMK, una firma berlinesa especializada en seguridad de las comunicaciones móviles. La Agencia de Sistemas de Información de Defensa (DISA) estadounidense es consciente de la situación y por eso, según han revelado recientemente medios del país norteamericano, ha elegido un dispositivo ultraseguro para la oficina presidencial.

El móvil es un Boeing Black, un teléfono cifrado desarrollado por la prestigiosa empresa aeronáutica y modificado bajo la batuta de la propia DISA para aumentar su seguridad. El dispositivo está incluido en el Mobility Classified Capability, el programa de la agencia para manejar información secreta que hace uso de “dispositivos móviles comerciales [’smartphones’ y dispositivos con internet] y componentes comerciales de arquitectura móvil” como redes privadas virtuales, todos aprobados por la NSA.

A pesar de que la institución “no está capacitada para responder preguntas relacionadas con el presidente de los Estados Unidos”, ni sobre aspectos concretos del programa -según nos han indicado sus responsables-, su director general, Alan Lynn, habló sobre el teléfono en la conferencia Milcom celebrada en Baltimore el pasado mes de noviembre. Aseguró entonces que habían contado con Boeing para desarrollar una tecnología móvil para llevar a cabo comunicaciones ‘top secret’: “Boeing Black es el dispositivo con el que estamos trabajando”, dijo entonces Lynn, advirtiendo después que aún estaban en fase de pruebas.

Boeing, por su parte, también se resiste a dar más detalles sobre el teléfono, aunque fuentes de la empresa nos han informado de la clausura del programa de soluciones de seguridad móvil a finales del año pasado. Han puesto así punto y final al proyecto Black, pero esto no significa, sin embargo, que sus clientes hayan dejado de emplear el dispositivo. “No podemos desvelar quién lo ha comprado o lo está usando, pero sí confirmar que pueden seguir utilizándolo”, dice una portavoz de la compañía.

El secretismo que rodea al asunto impide saber con seguridad si Trump utiliza este sofisticado ‘smartphone’ o si aún no ha jubilado a su inseparable Samsung. Pero la información técnica del dispositivo facilitada tanto por Boeing como por la DISA sí que permite conocer algunas de las especificaciones del móvil que debería llevar el presidente estadounidense.

Un teléfono blindado contra ciberataques

La empresa fabricante de aviones registró por primera vez los documentos del teléfono en la Comisión Federal de Comunicaciones en 2014 y obtuvo el certificado de la NIAP (de National Information Assurance Partnership), la entidad estadounidense encargada de verificar la seguridad de los productos y sistemas TIC, en 2015. Se trata, según describen estos pliegos, de un ‘smartphone’ con dos tarjetas SIM, basado en Android, capaz de utilizar tanto redes privadas de comunicaciones como públicas.

En lo que respecta al tráfico de datos, esta capacidad de cambiar de una red a otra selectivamente, según se maneje información clasificada o no, es “una especificación que tienen la mayoría de móviles seguros”, dice Osterberg. Cuando las comunicaciones son delicadas, se transmiten a través de una red privada virtual (VPN), donde “puede controlarse el tráfico y aplicar medidas de seguridad como inspecciones de los paquetes de datos y ‘firewalls’”, indica el alemán. 

En el caso del presidente, se trataría de una red restringida a las comunicaciones gubernamentales. “Si el dispositivo se conectara a internet corrientemente estaría expuesto a todas las amenazas y ‘malware’ de la Red”, señala el experto de GSMK.

Según la DISA, el teléfono utiliza tanto las redes públicas GSM y LTE como otras destinadas a información clasificada a la hora de realizar las llamadas . Entre estas últimas, la institución incluye algunas herramientas seguras basadas en el protocolo de internet (VoIP) y la red Defense RED Switch Network, gestionada por la misma agencia, que garantiza las comunicaciones seguras hasta el nivel de alto secreto y está restringida a las operaciones militares.

Pero una de las claves del diseño de un móvil superseguro es el ‘hardware’, al que se le añaden funcionalidades de seguridad especiales. Entre ellas se incluye la capacidad de verificar que el ‘firmware’ -el programa que controla los componentes electrónicos- continúa siendo el original, “no uno desarrollado por un atacante”, detalla Osterberg. Por otro lado, la existencia de dos SIM es una característica importante en los teléfonos seguros más avanzados: el dúo se compone de una tarjeta estándar y una que actúa “de fondo para verificar que el código que se ejecuta es fiable”.

Aunque podría parecer lo contrario, el hecho de que el Boeing Black utilice un sistema operativo basado en Android no es un indicativo de que sea menos seguro. Los fabricantes de este tipo de ‘smarphones’ lo utilizan como cimiento sencillamente porque “es la única versión que puedes modificar legalmente: es ‘open source’, así que puedes escribir un producto y cambiarlo cuando quieras”, explica el teutón. Según advierte Osterberg, desarrollar un sistema operativo propio es una “condición indispensable” para reducir la vulnerabilidad del teléfono a los ataques.

El resultado es un ‘software’ que carece de aquellas funcionalidades que suponen una puerta de entrada a las amenazas, como los MMS.  “Por muy bueno que sea el cifrado de las comunicaciones, no vale de nada si un atacante instala ‘malware’ en el móvil para espiar a través del micrófono o recopilar datos”, asegura el experto alemán.

Estos datos se autodestruirán en 30 segundos

Una de las prestaciones más llamativas del Boeing Black es su capacidad de autodestruir su contenido. Dispone para ello de un sistema de protección contra las manipulaciones que detecta si alguien intenta acceder a sus componentes internos y borra automáticamente la información guardada en la memoria y deja el ‘software’ inhabilitado. El proceso puede llevarse a cabo, por ejemplo, instalando un fotodiodo (un sensor sensible a la luz) bajo la carcasa, de manera que quedaría expuesto a la luz en caso de que se abriera, activando la eliminación de los datos.

De todas formas, y para asegurar aún más le integridad de la información, la mayor parte no se almacena en el ‘smartphone’, que Lynn consideraba algo “similar a una infraestructura de virtualización de escritorio”. El responsable de la DISA se refería al proceso por el que se separan la información y programas del dispositivo físico, es decir, el contenido se guarda en un servidor remoto desde donde se ejecutan las aplicaciones. El móvil representaría, prácticamente, un instrumento donde visualizar y operar con las herramientas.

Lynn aseguraba también durante la conferencia que la tecnología de Boeing “lleva mucho cifrado”. En este sentido, la protección de las comunicaciones no solo está determinada por las claves criptográficas generadas por el sistema, sino también por los algoritmos de cifrado. “Hay que entender el sistema de cifrado como un todo: los procesos de generación y destrucción de claves deben ser seguros y estas tienen que ser largas y producidas al azar”, indica Osterberg. Sin embargo, “las claves por sí solas no sirven de mucho si no se utilizan algoritmos adecuados”, aclara.

El director de la DISA indicó asimismo en noviembre que, por entonces, la agencia ya había entregado dos Boeing Black, uno al expresidente Barack Obama y otro al responsable de ciberoperaciones, Mike Rogers. La agencia no ha confirmado, sin embargo, si Trump ha heredado el dispositivo de su predecesor. Aunque parece lógico pensar que sus asesores han instado al presidente a utilizar el teléfono de Boeing u otro modelo seguro para proteger sus comunicaciones, es poco probable que uno de estos dispositivos le permita tuitear. Quizá Trump lo aclare todo en la red social, desde su Samsung, claro. 

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Darron Birgenheier (1, 2), Boeing y DISA.

Así pretenden Google, Apple y el resto de gigantes educar a la inteligencia artificial

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Aunque el desarrollo de la inteligencia artificial abre todo un mundo de posibilidades en áreas como la economía, la medicina o la ingeniería, permitir que los algoritmos aprendan y tomen decisiones por sí mismos también entraña riesgos. Ciberataques más sofisticados, algoritmos que realizan elecciones injustas o, en el caso más extremo, máquinas que se rebelan contra sus creadores son algunos de los riesgos más temibles.

Por ello, las mayores empresas y los más relevantes investigadores del sector se han unido en Partnership for AI, una gran alianza que pretende establecer las bases éticas y definir las buenas prácticas que evitarán que se hagan realidad las predicciones más funestas. Su misión es conducir el avance imparable de la inteligencia artificial por la senda adecuada y con el bien común como primer objetivo.

Todos los grandes nombres están presentes: Google, Amazon, Microsoft, Facebook, IBM y, aunque su incorporación oficial al proyecto ha sido más tardía, también Apple. OpenAI, la iniciativa sin ánimo de lucro que impulsa Elon Musk, también forma parte. Así, los gigantes que llevan años invirtiendo en inteligencia artificial y convirtiéndola en la base de sus productos se sentarán a hablar de los límites, los riesgos y los conflictos éticos de aquello en lo que están trabajando.

“Esta es la primera vez en la que los seis grandes actores de la industria, los que están empujando los límites de la inteligencia artificial, se juntan para definir las buenas prácticas”, explica a HojaDeRouter.com el investigador Subbarao Kambhampati, presidente de la Asociación para el Avance de la Inteligencia Artificial (AAAI) y miembro de la junta de Partnership for AI.

Este catedrático comparte asiento en el máximo organismo de la institución con representantes de las grandes empresas y con un número equivalente de representantes del ámbito académico, las sociedades científicas y las organizaciones de derechos civiles. Seis asientos para los gigantes y seis para ellos.

Jason Furman, que acaba de incorporarse al Instituto Peterson tras ocho años como asesor económico del presidente Obama, también forma parte de la junta que dirige la alianza. Cree que la inteligencia artificial podría ser uno de los avances más importantes para la economía y la sociedad en las últimas décadas, y por ello considera “clave contribuir a definir las mejores prácticas y políticas para asegurarse de que la inteligencia artificial trabaja al servicio del bien”.

Una preocupación común

“Hay mucho trabajo por hacer para descubrir cómo abordar asuntos como la ecuanimidad y la privacidad en los sistemas de inteligencia artificial”, señala Deirdre Mulligan, profesora de la Universidad de Berkeley y directora del Centro Berkeley de Derecho y Tecnología. También miembro de la junta de Partnership for AI, la experta recuerda que, “como cualquier tecnología, la inteligencia artificial podría ser usada incorrectamente por individuos u organizaciones con malas intenciones”.

La manipulación intencionada del 'chatbot' de Microsoft por parte de usuarios que querían amplificar su perspectiva racista y misógina es un ejemplo de ello”, detalla Mulligan. Sin embargo, el peligro no está solo en una posible manipulación intencionada: la inteligencia artificial también puede absorber los prejuicios de la sociedad y de sus creadores y acabar conduciendo a resultados injustos o indeseados. “La búsqueda de imágenes de Google etiquetó a personas negras como gorilas”, recuerda la experta. "En ese caso, las etiquetas no fueron el resultado de una actitud racista, sino la suma de una base de datos de entrenamiento incompleta y de las limitaciones de los algoritmos de reconocimiento facial causadas por esos conjuntos de datos limitados".

Finalmente, tal y como explica esta profesora, la inteligencia artificial también puede incorporar prejuicios como resultado de cálculos complejos, que no obstante pueden ser sutiles y difíciles de identificar y de entender. Cuando las máquinas aprenden por sí mismas, sus creadores no siempre saben cómo ni por qué ha llegado a una determinada conclusión. Y eso puede terminar causando problemas, en ocasiones graves.

Eric Sears, miembro de la Fundación MacArthur y de la junta de Partnership for AI, también ha hecho referencia a esos peligros, señalándolos como desafíos para la organización. “Entre los retos se incluye [...] detectar y mitigar los sesgos de la máquina que puedan tener un impacto desproporcionado en grupos históricamente desfavorecidos" o "asegurarse de que los sistemas de inteligencia artificial se entienden y se puede vigilar que actúan de forma responsable”. 

Por otra parte, la alianza trabajará para informar al público, desmentir algunos mitos y contrarrestar ciertos temores —las nuevas tecnologías siempre asustan y preocupan a una parte de la sociedad—. Asimismo, promoverán nuevos estudios sobre la materia y tratarán de difundir los ya existentes.

Pero al igual que saben cuáles son, al menos sobre el papel, sus objetivos, también tienen claro a qué cosas no se van a dedicar. La agrupación no busca funcionar como un 'lobby' que presione a los legisladores cuando vayan a aprobar medidas vinculadas con la inteligencia artificial. Tampoco creen que dicha normativa sea primordial. “No veo la necesidad de una legislación específica", opina el exasesor de Obama. 

Una ética de cumplimiento voluntario

Mayoritariamente estadounidense, esta alianza por la inteligencia artificial está dando sus primeros pasos. Todavía "en su fase ‘startup'", según describe Sears, la agrupación comenzó su recorrido en septiembre de 2016 y desde entonces lleva trabajando para establecer la actual composición de la junta. 

Por el momento solo han tenido una reunión —el 3 de febrero— y aún están definiendo su método de trabajo. Aún así, hay varias cosas que tienen claras. En primer lugar, que su labor principal consistirá en definir una serie de directrices éticas consensuadas. Por desgracia, serán de cumplimiento voluntario. La pertenencia a la organización no obliga a las empresas a seguir las pautas que se acuerden. Los miembros tampoco tendrán a su disposición, al menos de momento, mecanismos para hacer que los demás respeten lo pactado.

Se enfrentan además al reto de ser críticos con sus propias prácticas y al de actualizar constantemente sus recomendaciones. 

A pesar de las limitaciones de esta joven alianza, la unión aporta algo claramente positivo. Al fundarla, industria, académicos y organizaciones del sector, sin dejar fuera a ningún actor clave, pronuncian un mensaje alto y claro: la inteligencia artificial, aunque llamada a revolucionar la sociedad y la economía, ha de tratarse con cuidado. Dejar decisiones que afectan a cada vez más facetas de nuestras vidas en manos de un algoritmo requiere de un trabajo previo cuidadoso y exhaustivo.

El objetivo final es que los rasgos menos positivos de sus creadores humanos no se encuentren en la inteligencia artificial, para conseguir que sea imparcial, lógica y ecuánime y asegurarse de que nadie pueda usarla con malas intenciones ni ella misma se acabe corrompiendo. 

Los nombres de todos los gigantes de la tecnología figuran ya en la lista de miembros de la asociación. Ahora solo queda ver si son capaces de guiarse por los sanos principios que ellos mismos lleguen a acordar en el seno de esta organización. Del cariz que tomen sus avances depende en gran medida el futuro de la inteligencia artificial.

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Las imágenes son propiedad de A Health BlogJinguang WangMatthew Hurst y Wikimedia

El guardián de las joyas del 'pinball' se ve sin sucesor: “Los jóvenes son estúpidos"

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A pocos kilómetros del Monte Carlo, el Bellagio o el Caesars Palace, algunos de los casinos más famosos de Las Vegas, hay un anodino edificio gris sin ventanas ni luces en la fachada. Las bombillas de colores lucen en su interior, en las más de 200 máquinas de ‘pinball’ que alberga este templo del entretenimiento del siglo XX. Abierto todos los días del año, el Pinball Hall of Fame es el lugar perfecto para los nostálgicos de este juego: echando una moneda, pueden divertirse con máquinas que tienen más de medio siglo de vida.

En realidad es un proyecto loco, que me está condicionando la vida y del que no gano dinero, no tiene fines de lucro. Simplemente me gustaban las máquinas y nadie más las estaba conservando”, explica Tim Arnold, creador de este museo, a HojaDeRouter.com. “Puedes ir al ordenador y escuchar música ver la tele o ver películas, pero no puedes jugar al ‘pinball’ porque solo existe en el mundo real”.

Además de las que tiene expuestas al público, Arnold tiene almacenadas otras 800 en otro edificio. Es allí donde también se encuentra su desguace de máquinas inservibles, que destripa con cuidado para trasplantar cables y componentes a las que tiene expuestas en el museo cuando lo necesitan. “Tengo que fabricar partes, tengo que sustituir otras partes, tengo que ser muy ingenioso para hacerlo y mantenerlas funcionando”, detalla este sexagenario, uno de los mayores coleccionistas de estas máquinas. 

1.000 máquinas que recorren la historia del ‘pinball’

Cuando Tim tenía solo 14 años, compró junto a su hermano y a un amigo su primer ‘pinball’ de segunda mano, del que pronto aprendió todos sus trucos y que aún conserva con cariño. Cobraba 10 céntimos a los colegas que querían jugar en su garaje. Como tantos otros emprendedores en Estados Unidos, fue en la cochera donde Arnold definió su futuro profesional: comenzó allí a arreglar máquinas de monedas estropeadas y a colocarlas en las tiendas.

Unos años más tarde, en 1976, abría junto a un amigo su primera sala de recreativos en Michigan, llamada Pinball Pete’s. Llegaron a tener siete. Sin embargo, poco a poco, las recreativas se iban llenando de videojuegos que desplazaban a los tradicionales petacos. Así que cuando Tim ya había ganado suficiente dinero para vivir el resto de su vida, abandonó el negocio.“Decidí que no me gustaban los videojuegos, así que monté todas mis máquinas de ‘pinball’ en un camión y las llevé a Las Vegas para abrir un museo del ‘pinball’”, señala.  

Además de comprar cada nuevo modelo que salía al mercado, este entusiasta había ido adquiriendo los más antiguos, en una época en la que “no había coleccionistas y muchas veces se mandaban las máquinas a la basura”. Entre las reliquias que fue recabando se encuentra una de las primeras máquinas de ‘pinball’ de Estados Unidos que funcionaba con monedas, la Baffle Ball de la compañía Gottlieb, de 1931.

Aquellos años no fueron los mejores para ellas. A partir de los 30, estas máquinas estuvieron prohibidas en las grandes ciudades al ser consideradas un juego de azar en lugar de uno de destreza. En Nueva York, la policía se tomó tan en serio la prohibición que destrozó muchas de ellas a martillazos y tiró sus restos al río Hudson. No fue hasta 1976 cuando Roger Sharpe, un periodista de The New York Times, demostró ante un tribunal en la ciudad que nunca duerme que la habilidad tenía su papel en el juego: logró que la bola se moviera por el tablero de la forma que él había planeado.

Máquinas de diferentes épocas de Gottlieb, Williams o Stern (la única de las tres que, además de sobrevivir, sigue construyendo máquinas de ‘pinball’, como esta de ‘Juego de Tronos’), una Impacto de la empresa española Recreativos Franco que data de 1975 o una Superman de la famosa compañía de videojuegos Atari de 1978 figuran en su colección, que también incluye otras modernas. Las más populares, como la de la Familia Adams de 1992 —de la que se comercializaron 20.000, por lo que es considerada como una de las más vendidas—, contrastan con otras que ni siquiera llegaron a venderse, por lo que podemos “ir al museo y jugar a juegos que no existieron en ningún otro sitio”.

Arnold afirma que no tiene una máquina preferida. “No tengo una favorita porque me gustan todas y como conservador no tengo que dar una opinión”, asegura con seriedad. Tampoco cree que conseguirlas tenga especial mérito: la “parte difícil” es “mantener las máquinas reparadas” para que los visitantes puedan viajar al pasado jugando con ellas.

El museo que abre todo el año 

Arnold se toma su trabajo muy en serio: abre su salón de la fama, en el que también colabora su mujer, los 365 días del año. De hecho, asegura que ha asistido al museo cada día desde hace once años, cuando lo abrió. “Si doy las llaves a alguien más, llegaré un día y me encontraré que alguien ha robado las máquinas”, se justifica, añadiendo además que lo hace porque “en Las Vegas, todo está abierto todo el tiempo”.

Ahora bien, a diferencia de la mayoría de establecimientos en la ciudad de los casinos, el Pinball Hall of Fame no es un negocio. “No tenemos hojas de cálculo, no tenemos ordenadores, no tenemos estudios de mercado… Nos levantamos cada mañana y decimos ‘recuerdo que esto era divertido’”, explica Arnold. Las monedas que recauda se destinan principalmente a pagar las facturas de la luz y a mantener el local, ya que sus colaboradores son voluntarios. Dona el resto al Ejército de Salvación, una organización benéfica protestante presente en más de un centenar de países del mundo.

Pese a ello, Tim ha conseguido que su local sea especialmente célebre entre los amantes de este juego. En él se ha celebrado el Campeonato Nacional de Pinball de Estados Unidos los dos últimos años, organizado por la International Flipper Pinball Association, una organización que lucha por visibilizar este juego y volverlo a convertir en “un deporte competitivo”. Sin embargo, hay otros museos dedicados a este entretenimiento en Estados Unidos, como el Pacific Pinball Museum de California o el Ann Arbor Michigan Pinball Museum, con los que Tim mantiene el contacto.

Lógicamente, con tanto tiempo como ha pasado en su museo, ha vivido todo tipo de estrambóticas situaciones entre sus paredes. De tener que expulsar de sus dominios a los que golpean indebidamente alguna de las máquinas (compara su política de admisión con la de un club nocturno) a ser demandado por un jugador. John Luckett, el sujeto en cuestión, se negó a marchar después de que Arnold le pidiera abandonar el local porque era la hora de cierre.

El coleccionista logró expulsarle del local, pero Luckett le demandó por once motivos distintos, entre ellos asalto, incumplimiento del contrato al apagarle la máquina o discriminación. El demandante incluso reclamaba 300 dólares (284 euros) por las sesiones de terapia a las que supuestamente había tenido que acudir tras el suceso. No era un tipo cualquiera: había presentado más de 40 demandas en diferentes estados desde su adolescencia. “Tienes que entender que todos los estadounidenses están completamente locos”, acaba justificando Arnold, que también se atribuye a sí mismo ese calificativo.

Luckett no es el único que se ha ganado la enemistad de Tim Arnold. Según asegura, el mismísimo Elton John le dejó dinero a deber. Supuestamente, un equipo de rodaje grabó sus reliquias (entre ellas Captain Fantastic, una máquina inspirada en la película ‘Tommy’, la adaptación cinematográfica del disco homónimo de ‘The Who’ en la que aparecía el famoso cantante) para la producción del espectáculo ‘Red Piano’ del artista británico en el Coliseo del Caesars Palace. Siempre según la versión de Arnold, acordaron que le pagarían 500 dólares (unos 475 euros) y le regalarían entradas para ver la actuación. “Prometió pagarme y nunca lo hizo”, defiende. “Odio a Elton John, Elton John no paga sus cuentas”.

“Los videojuegos han dañado sus cerebros”

Tras casi medio siglo dedicando su vida al ‘pinball’, primero por negocio y después por amor al arte, ¿le siguen quedando ganas de jugar? “Mi vida laboral es el ‘pinball’, así que la última cosa que quiero hacer cuando acabo es más ‘pinball’”, sostiene. Ser el guardián de esas máquinas ha acabado provocando que casi no toque los pulsadores por placer.

Aunque por el momento no tiene pensado retirarse (cree que está en “buena forma física” para seguir llevando las riendas durante “cinco o diez años”), sí se ha preguntado en más de una ocasión qué pasará con su museo. Considera que alguien podría estar interesado en comprar la colección por “4 o 5 millones de dólares”, el precio en el que él mismo la valora, aunque también cree que podría acabar echando el cierre.

Ha barajado la posibilidad de formar a un joven sucesor capaz de sustituirle, pero no parece convencido. “Lo he intentado, pero los videojuegos han dañado sus cerebros, sus cerebros están muertos”, defiende este firme opositor al entretenimiento digital. “Los videojuegos están diseñados para los niños” y el ‘pinball’ es para los adultos [...] Los videojuegos son increíblemente estúpidos”.

Además de esta encendida soflama contra los videojuegos (considera al ‘pinball’ un juego “de más alta clase”), Tim Arnold opina que a los jóvenes ya no les interesa arreglar trastos viejos. “Los chicos son demasiado estúpidos para seguir arreglando cosas. Nadie arregla sus teléfonos, los tiran. Si tu televisión se estropea, no la arreglas, la tiras. Así que, ¿por qué un niño va a pasar su tiempo con la electrónica cuando no hay futuro en ello?”

¿Pero de veras cree este excéntrico coleccionista que ningún entusiasta en el mundo tendrá la destreza y las ganas necesarias como para custodiar sus 1.000 máquinas? “Si conoces a algún chico inteligente, dile que venga a Las Vegas y pase cinco años trabajando gratis para aprender a hacer todas estas cosas. Le enseñaré y después de esos cincos años, le daremos el salario mínimo y puede vivir el resto de su vida trabajando duro sin ser pagado por ello”. Escuchando su propuesta, parece claro que solo un entusiasta o un loco como él mismo se autodenomina podría estar dispuesto a aceptarla.

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Todas las imágenes del artículo son propiedad de  PinGameJournal.com


Testigo del progreso: cómo 'cubrió' Tintín los hitos tecnológicos del siglo XX

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Cuando en su primera aventura Tintín viajó a la Unión Soviética, a finales de los años 20, lo hizo en tren, un medio de transporte que le condujo de Bruselas a Moscú y después de vuelta a su casa. Varias décadas más tarde, en la última de sus aventuras publicadas por completo, deberá viajar a San Theodoros, en una Latinoamérica de ficción, donde se encontrará con cámaras ocultas en espejos y pequeños micrófonos escondidos en las paredes. Tanto para llegar hasta allí como para marcharse habrá de usar el avión.

Y en medio, en las más de veinte aventuras que protagonizó el intrépido periodista, se las verá con aparatos de ultrasonidos capaces de destruir ciudades enteras, patines eléctricos, un submarino con forma de tiburón y hasta un cohete que lo llevó a la Luna quince años antes que a los estadounidenses.

Leer las historias de Tintín es hacer un recorrido por la evolución de la tecnología y la ciencia a lo largo del siglo XX. Su autor, Georges Remi (Hergé), hizo gala durante varias décadas de una labor de documentación que le llevó a reflejar con fidelidad coches, teléfonos o aviones, pero que también le sirvió para mostrar algunos de los principales temas que preocuparon o maravillaron durante el siglo XX, como la conquista espacial o la temor nuclear. Ahora, un encuentro organizado por la Asociación Tintinófila de Habla Hispana reunirá a expertos y aficionados para charlar sobre estos temas en la obra del dibujante belga.

Documentándose para reflejar la realidad

Cuando las aventuras de Tintín comenzaron a popularizarse, en torno a Hergé se gestó un grupo de colaboradores que le ayudaron en sus labores. Los trabajadores de los Studios Hergé, localizados en Bruselas desde 1950 hasta la década de los 80, además de dedicarse a tareas creativas, trabajaban en el proceso de documentación de las historias. Esto se veía reflejado en lo fieles a la realidad que resultaban muchos elementos de las viñetas, por no hablar de las tramas.

"Él tenía un equipo de personas ayudándole en su trabajo. Eso le permite dedicar más tiempo a preparar con más cuidado la documentación", explica a HojaDeRouter.com Jordi Ojeda, doctor en Ingeniería Industrial, profesor de la Universidad de Barcelona y autor del blog Cómic Ciencia Tecnología. "Eso quiere decir que no necesitas viajar ni necesitas tener conocimientos sobre las diferentes materias. Sería una especie de Google de hoy en día: la capacidad de tener revistas científicas, de consultar fotografías, de hablar con especialistas…"

"Desde el punto de vista tecnológico, [Tintín] es una referencia en cuanto a la evolución de los medios de transporte", cuenta Ojeda. El primer título, 'Tintín en el país de los sóviets', comenzó a publicarse por entregas en enero de 1929, mientras que ‘Tintín y los Pícaros’ salió en 1976. Tras 'Los cigarros del faraón' y 'El loto azul', ya a mediados de los años 30, Hergé empezaría a preocuparse más por la documentación y por transmitir realidad, también tecnológica, en sus viñetas.

Los coches son quizá uno de los elementos donde más se ve esa evolución de la tecnología y el deseo de reflejar los cambios. Hergé era un gran amante de los vehículos, compró los que pudo cuando tuvo oportunidad y desde el comienzo de su carrera buscó dotar de realismo a los cuatro ruedas que aparecían en sus viñetas. Ya en la portada de 'Tintín en el Congo', el segundo de los álbumes (editado en blanco y negro en 1931 y en color en 1946), se puede ver el viejo y barato Ford T, que se produjo desde comienzos de siglo hasta 1927. Un usuario creó la web 'Les autos de Tintin' y contabilizó hasta 173 vehículos en los 23 álbumes completos que dibujó Hergé (cuando falleció estaba trabajando en el número 24, 'Tintín y el Arte-Alfa).

Aquel modelo Ford T que se fabricaba en cadena se contrapone en los años 50 con una mayor diversidad de diseños de automóviles. En 'Stock de coque' (editado en 1958) se organiza un 'rally' en el que podemos ver, entre otros, el estrecho y económico Isetta Velam junto al deportivo Mercedes 190 SL o el Citroën 2 CV en el que se suelen mover los detectives Hernández y Fernández, amigos de los protagonistas. En 'Tintín y los Pícaros', ya en los años 70, sería el turno de unos Land Rover y unas camionetas de Chevrolet, unos modelos que habían surgido tras la Segunda Guerra Mundial, para recorrer la inhóspita selva en la que se encuentra el general Alcázar, amigo de Tintín y Haddock y dictador derrocado de San Theodoros.

La evolución tecnológica del siglo XX también se vio en los aviones. Buscando realismo y verosimilitud, Hergé y su equipo reprodujeron modelos y marcas fácilmente identificables por un lector avezado. Por ejemplo, el hidroavión Bellanca Pacemaker, de los años 20, sería el que capturara y pilotara Tintín en 'El cangrejo de las pinzas de oro', en 1940 (un modelo que también sale en la película de Spielberg, por cierto). Más de 25 años después, la llegada de los aviones supersónicos también tendría su reflejo en el avión Carreiras 160 en el que ocurre parte de la trama de 'Vuelo 714 para Sídney': fue Roger Leloup, uno de los colaboradores más estrechos de Hergé, quien tomó como referencias varios modelos reales para construir este jet.

Hergé, de hecho, decía que sus mejores viñetas eran las del avión estrellado en el Tíbet, del álbum 'Tintín en el Tíbet’' (1959), recuerda Ojeda. "Son escenas muy bien trabajadas y con encuadres muy bien hechos", dice, que "le ayudaban a mantener la tensión en la escena".

Un mechón de pelo naranja sobre la Luna

Además, quince años antes de que Neil Armstrong y compañía pisaran el satélite terrestre, el reportero del mechón de pelo naranja ya lo hizo con su perro Milú. En 1954, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética disputaban la carrera espacial y faltaban tres años para el lanzamiento del Sputnik, Tintín y compañía conquistaban la Luna a lo Julio Verne. Hergé reflejó toda su fascinación por el espacio no solo en uno, sino en dos álbumes: 'Objetivo: la Luna' y 'Aterrizaje en la Luna'.

Como principal fuente de inspiración se sirvió de un artículo de la revista estadounidense Collier's. Allá por los años 50, varios números de aquella publicación especularon sobre la experiencia de viajar al espacio y vivir allí. Uno de aquellos artículos se centraba en concreto en la Luna, lo que sirvió al belga para documentarse de cara a planear la epopeya que llevaría a Tintín y a sus amigos al satélite terrestre.

"Hergé reconoció en aquella época que se había inspirado de este número de la revista", cuenta Ojeda, que añade que, además del artículo, Hergé consultó a varios científicos de la época para hacerlo lo más fidedigno posible. "Todo lo que es la representación de la gravedad está trabajado de forma muy muy interesante": en un punto de 'Aterrizaje en la Luna', el segundo álbum del díptico, la nave se detiene mientras el capitán Haddock bebe un vaso de whisky; anonadado, el capitán comprueba cómo el whisky se hace una esfera y flota en la estancia donde se encuentra. "Es la primera vez que se ve la representación de lo que ocurre con la gravedad en los fluidos", explica Ojeda.

Newton también tuvo presencia. Minutos después del incidente con el whisky, un borracho Haddock sale al espacio y Tintín lo ve desde dentro del cohete a la misma velocidad a la que se desplaza el vehículo. "La primera ley de Newton dice que un objeto no cambia su estado a no ser que ejerzas una fuerza sobre él. Como en teoría la gravedad es muy pequeñita en el espacio, no hay ninguna fuerza sobre él [Haddock] y al salir mantendría la velocidad que tenía dentro de la nave. Por tanto, aunque no lleve ningún tipo de cuerda, él sale y se queda 'enganchado' a la nave". Tendrá que acudir Tintín, precisamente con una cuerda, para rescatarlo.

A la vez, el autor se toma algunas licencias "para dar un poco de ficción en el tema", por ejemplo, con la presencia de cuevas con estalactitas por las que pasean Tintín, Haddock y Milú: si existieran, implicaría que hubo agua previamente en la Luna.

José Manuel Sánchez Ron, catedrático de Historia de la Ciencia y académico de la Real Academia Española, destaca el "gran contenido de ciencia" que tienen las aventuras de Tintín y resalta del díptico lunar cómo recoge la euforia que en los años 50 se experimentaba por la energía nuclear: "El afán, el espíritu del tiempo, es que la energía nuclear va a resolver la vida en todo el mundo y que se va a aplicar para todo". No en vano, el cohete de Tornasol funcionaría con una pila atómica, de la que ya se habían hecho algunos experimentos en aviones, a la manera del submarino nuclear Nautilus

El dibujante belga también se adelantó a la popularización de la televisión en color. En 'Las joyas de la Castafiore', el profesor Tornasol inventa un sistema en color que falla estrepitosamente. El álbum se publicó por entregas entre 1961 y 1962. Sin embargo, en aquella época solo se habían hecho algunos experimentos y el nuevo sistema tardaría aún unos pocos años (pero pocos) en popularizarse. Una vez más, como con los cohetes, Hergé y su equipo se habían adelantado a la realidad.

Un científico sabio con corazón de oro

Como vemos, muchas de esas preocupaciones e inventos están vinculados a la figura del profesor Tornasol. Inspirado en el inventor del batiscafo, Auguste Piccard, es precisamente gracias a él como la ciencia y la tecnología cobran una especial importancia en las historias de Tintín. 

Fernando Alcantarilla, magistrado del Tribunal Constitucional y autor de 'El siglo XX en viñetas: Relaciones Internacionales y Humanismo en el cómic europeo', resalta a HojaDeRouter.com que gracias al profesor Tornasol el progreso cuenta con un lugar protagónico en los álbumes. Alcantarilla habla de una "vocación pacífica de la ciencia" en Tornasol, que se contrapone a visiones negativas del progreso en otras obras de Hergé, como en su serie 'Jo, Zette y Jocko', protagonizada por dos hermanos y su mono. En esta "existe una latente inquietud frente al progreso incontrolable de la técnica y los perversos efectos del modernismo", dice. Así, en el álbum 'El rayo misterioso', los protagonistas se topan un profesor alocado que usa vehículos anfibios para detener los motores de barcos en alta mar y robarlos.

Con Tornasol, Ojeda cree que Hergé "busca la excentricidad para hacerlo más divertido. Yo creo que es un recurso dramático para dar más humor a la historia. Es un personaje típico de los asociados a la aventura y que hoy en día se ha utilizado en James Bond, Star Trek, Mortadelo… Es un recurso tener un socio excéntrico que en realidad sea muy inteligente y te pueda ayudar a salir del paso".

El profesor inventa un sistema de televisión a color y unos patines eléctricos cuando en la vida real pocos contaban con ello. También, un submarino con forma de tiburón que suelta un compuesto que crea humo en el agua y permite, así, señalar dónde se encuentra un tesoro en el fondo del mar. Sin embargo, son otros dos grandes inventos los que muestran dos de las temáticas que más preocupan durante el siglo XX: el cohete lunar, del que ya hemos hablado, y un aparato de ultrasonidos.

El temor a una guerra entre potencias mundiales y a las armas de destrucción masiva que pudieran desarrollar está muy presente gracias al científico en 'El asunto Tornasol' (1956 en su primera edición en álbum), donde el profesor de gabardina verde crea un aparato de ultrasonidos capaz de destruir edificios enteros.

Cuando las autoridades de Syldavia y Borduria, dos potencias enemigas (reflejo de la lucha entre Estados Unidos y la Unión Soviética), se enteren, secuestrarán al inventor para que desarrolle su idea. Una vez que Tintín y Haddock lo liberan, Tornasol destruye los microfilms con los planos para fabricarlo, con el objetivo de que nadie pueda recrearlo nunca. El secuestro de Tornasol, por cierto, tiene lugar en Ginebra, a donde había acudido para presenciar un congreso de física nuclear. La elección de la ciudad quizá no sea baladí: Sánchez Ron recuerda que unos años antes, en 1952, se había puesto en marcha el CERN en esa ciudad suiza.

Ojeda cree que los tebeos de Tintín "tienen un punto de anticipación tecnológica siempre. Que la persona que lea ese cómic descubra alguna cosa que le resulte novedosa". Si Tintín es para muchos cronista de la historia del siglo XX (en sus obras se puede ver el auge de los totalitarismos, la guerra chinojaponesa o la inestabilidad de los gobiernos en América Latina), también es un reflejo popular de los inventos que marcaron el siglo XX y del progreso científico y tecnológico. Toda una clase en forma de viñetas.

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Las imágenes son propiedad de © Moulinsart 2017 y Editorial Juventud

El secreto está en los bordes: por qué los diseños de Apple nos entran por los ojos

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Aunque suene a nombre de pokémon, no vas a poder cazar ningún ‘squircle’ (algo así como cuadrírculo). Este palabro anglosajón del que probablemente hayas oído hablar designa a un círculo de bordes cuadrados. O a un cuadrado de bordes redondeados, según se mire.

La figura geométrica, también considerada un caso específico de hiperelipse, está cada vez más presente en tecnología: Samsung la utilizó para moldear los iconos del Galaxy S7, los faros de algunos modelos de Mercedes adoptan esta forma y es casi omnipresente en el interior del Fiat Panda. Pero si alguien ha puesto de moda los ‘squircles’, esa ha sido Apple.

Los de Cupertino introdujeron los iconos con este tipo de bordes junto con iOS7, la séptima versión de su sistema operativo móvil lanzada en septiembre del 2013. Antes se limitaban a meros cuadrados planos con bordes redondeados. “Hay una profunda y duradera belleza en la simplicidad, en la claridad y en la eficiencia”, decía entonces Jony Ive, gurú del diseño de la manzana mordida. “La verdadera simplicidad es mucho más que la ausencia de desorden y ornamentación, es la ordenación de la complejidad”.

Según Ive, el ‘software’ tenía “una nueva estructura coherente y aplicada a todo el sistema”. Porque los ‘squircles’ también están presentes en los bordes de los ordenadores y teléfonos de la manzana mordida. Un punto de distinción que, si bien puede pasar desapercibido para muchos usuarios, marca la diferencia respecto a los modelos de otras marcas.

La coherencia como filosofía

Ive ya había participado en el desarrollo de la línea iMac G3 y el original modelo Blondi Blue, comercializado por primera vez en 1998. “Había mucho diseño durante aquella era que exploraba nuevas formas para el ‘hardware’ y, especialmente en productos traslúcidos como aquel iMac, existía una demanda de superficies de alta calidad”, explica a HojaDeRouter.com el experto en diseño industrial y de producto Mark Stanton.

Uno de los principales factores que impulsaron la evolución de este área fue la especialización de los programas de Diseño Asistido por Ordenador (CAD) en la creación de transiciones de superficies con calidad. El secreto de los bordes de los dispositivos de Apple es que se alejan del esquema tangencial da lugar a simples esquinas redondeadas, donde los radios que intersectan la curva la cortan en un solo punto para adoptar lo que se conoce como continuidad de la curvatura.

La aplicación de la fórmula matemática de las hiperelipses al diseño de los bordes se traduce en una distribución diferente de la luz, que se distribuye y refleja homogéneamente sobre la superficie en el caso de un ordenador de Apple, mientras que tiende a concentrarse en franjas en otros modelos. Los saltos bruscos de curvatura en un borde provocan cambios en la luz y hacen que las superficies aparezcan desigualmente iluminadas.

Esta diferencia se aprecia geométricamente en lo que se conoce como peine de curvatura, el arco formado por radios que intersectan la curva y cuya longitud depende del grado de curvatura en cada punto. En los dispositivos de la manzana mordida, este arco es una curva en sí mismo, que comienza desde cero en los márgenes rectos de la superficie para aumentar hasta la máxima curvatura a medida que se acerca al centro de la arista. Una de las manifestaciones de estas superficies “es la manera en que reflejan la luz”, dice el británico.

“Cuando Apple cambió la forma de los iconos a ‘squircles’ buscaba la coherencia entre estos símbolos y la apariencia del ‘hardware’”, continúa Stanton. Al existir el mismo tipo de borde en el mundo físico y en el virtual, ambos siguen un mismo lenguaje de diseño. Aunque parezca un cambio minúsculo a ojos de alguien inexperto, para Stanton “dice mucho sobre la atención de Apple a los detalles”. Esta forma geométrica se ha convertido también en el estándar para crear los componentes de la interfaz de usuario en iOS 10 y la que presentan las plantillas para desarrolladores.

Sin embargo, los de la manzana mordida no han sido los primeros en utilizar esta fórmula en diseño. El tipógrafo alemán Hermann Zapf la usó para crear algunas letras redondeadas de su estilo de fuente Melior en 1952. Algunos años después, el poeta y científico danés Piet Hein la aplicó en su proyecto para la plaza de Sergels Torg (en Estocolmo), que se construyó con esta singular forma. ­

Por qué otros no hacen lo mismo

A pesar de que el diseñador británico no cree que los bordes sean la única razón del éxito de la marca cofundada por Steve Jobs, el aspecto de los dispositivos es una variable importante en la ecuación de su fama. “Atribuyo a Jobs y Steve Wozniak la creación de una cultura de la excelencia que aplicaron a todos los niveles”, sostiene. “Las superficies son solo una de las manifestaciones de la filosofía de Apple”.

Los de Cupertino no tienen ningún tipo de patente sobre la figura que impida a otras empresas utilizarla. Sin embargo, Samsung la adoptó el año pasado y otros ni siquiera lo han hecho. Al principio, según Stanton, los fabricantes solían esgrimir excusas: los ingenieros no tenían experiencia en el módulo necesario del programa o, simplemente, los diseñadores (o sus superiores) no consideraban los bordes como un elemento importante al que dedicarle tiempo.

Pero hay muchos diseñadores industriales que, según el británico, quieren pero no pueden. “Están limitados por los recursos y el compromiso con las compañías para las que trabajan”, indica. A pesar de que la mayoría de grandes empresas de electrónica se preocupan hoy en día por el diseño y aplican los conceptos de los artistas y profesionales que contratan, el grado en el que cuiden detalles de bordes y superficies “depende de cuánto se comprometa la compañía a adoptar las ideas de sus diseñadores”

Si una marca destina el mismo esfuerzo a la parte de diseño y a la ingeniería, “sus productos van a reflejarlo”. Pero si está menos preocupada por la estética, es menos probable que considere importante el tipo de borde que tienen sus dispositivos.

“Unir las superficies con continuidad en la curvatura no tiene por qué hacer más difícil la fabricación”, aclara Stanton. Lo que sí puede resultar más complejo y costoso es la innovación aplicada en esta parte de la cadena de producción. “Cuando [en Apple] no pueden alcanzar sus objetivos con los medios que tienen disponibles, buscan alternativas”, indica el británico. Un ejemplo es la utilización de aluminio como material para fabricar los Mac: “Antes de que probaran que podía tener éxito en los portátiles, la mayoría de empresas habría pensado que el proceso iba a ser demasiado difícil y caro”, sostiene el diseñador.

Si tienes uno de sus portátiles, quizá lo mires a partir de ahora con nuevos ojos. Aunque probablemente los bordes no se conviertan en tu principal preocupación a la hora de comprarte un nuevo ordenador o elegir un móvil, al menos sabrás de qué te hablan si alguien menciona los ‘squircles’. Distinguirlos de las esquinas redondeadas a simple vista requiere un poco más de entrenamiento.

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de DeclanTM, Apple, Marc EdwardsModest Genius y Pixabay.com

Los socios españoles de Tesla trabajan con BQ en un móvil para abrir coches

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Si ya nos comunicamos con amigos o compañeros de trabajo y realizamos gestiones personales o laborales desde el móvil, lo siguiente es que podamos controlar la apertura o el arranque de nuestros vehículos con el dispositivo que llevamos siempre en el bolsillo. Empresas automovilísticas de todo tipo, desde las grandes y tradicionales hasta las 'startups' que pretenden revolucionar el sector, están probando nuevas formas de gestionar el coche que sustituyan a la llave tradicional.

"Hay una fase de cambio", explica Claudio Cañete, jefe de automoción de Premo, la empresa que fabrica el componente físico interno de las llaves inalámbricas de Tesla, a HojaDeRouter.com. "Hay una cierta presión por parte del mercado por que se produzca una integración con el teléfono móvil. Es algo natural. Si lo piensas un poco, la tendencia es que solo llevemos en el bolsillo el teléfono móvil".

Con esta idea en la cabeza, Premo y BQ, el mayor fabricante español de 'smartphones', se han aliado para fabricar un teléfono con una antena de baja frecuencia como las que la empresa malagueña desarrolla, entre otros, para los coches de la firma de Elon Musk. Este consorcio cuenta con el apoyo del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), un organismo dependiente del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, que se ha comprometido a respaldar las labores de desarrollo durante tres años.

La idea es que BQ aporte su experiencia en la fabricación de móviles y Premo en la de antenas. El objetivo es, según Cañete, enseñar al mercado "que esto se puede hacer", tanto a las compañías fabricantes de coches como a las de móviles (Apple, Google…) "Son empresas grandísimas y no podemos ir con un Power Point o un papel explicando lo que tenemos en la cabeza", asegura.

"Que un móvil integre una antena de baja frecuencia sería un paso muy grande no solo para que el coche pueda comunicarse con el móvil en esta frecuencia tan especial, que le permite saber por dónde anda la llave, sino que se podría aplicar a muchas más situaciones", explica Cañete. Aplicaciones, en cualquier caso, "donde se necesita seguridad en la comunicación". Cita como ejemplo el acceso a las viviendas, que podrían tener puertas con cerradura inteligente dentro de unos años. 

Por su parte, Rodrigo del Prado, director adjunto de BQ, señala a HojaDeRouter.com que en la empresa son conscientes de que "el 'smartphone' es una herramienta que cada vez nos permite realizar más funciones" y que por eso están apostando por esta nueva utilidad.

Más allá de la alianza española

Diversas compañías automovilísticas han presentado en ferias del sector prototipos que se comunican con el móvil para la apertura, el arranque o el cierre automático del coche, empleando diferentes soluciones como Bluetooth o NFC, la tecnología inalámbrica que incorporan, por ejemplo, algunas tarjetas de débito y crédito para el pago sin contacto.

Mercedes presentó en 2016 un sistema con tecnología NFC para su modelo clase E. Con la aplicación instalada en un teléfono Android, solo había que acercar el terminal a la manija para que la puerta se abriera o cerrara y los espejos se extendieran o replegaran, respectivamente. El teléfono también servía para arrancar el coche, con solo dejarlo junto a la caja de cambios.

La firma Continental, que proporciona suministros a las empresas automovilísticas, tiene un proyecto parecido que funciona con tecnología Bluetooth. La compañía alemana ha diseñado una llave que iría dentro del teléfono móvil y que enviaría la información al coche a través de la señal inalámbrica. El coche se abriría automáticamente cuando detectara la presencia de la llave. Incluso, esta se podría trasladar de un 'smartphone' a otro si, por ejemplo, compartimos el coche con una pareja o un familiar.

Faraday Future, una de las 'startups' que compiten con Tesla por encabezar la revolución del coche eléctrico, ha diseñado un sistema que permite abrir el coche mediante reconocimiento facial. La puerta cuenta con dos cámaras tras el cristal que proporcionan visión 3D al 'software' que identifica los rostros. Previsiblemente se incorporará en el deportivo eléctrico FF 91, que será el primer modelo de la compañía. De momento, solo estadounidenses, canadienses y chinos pueden reservarlo a través de su web.

No es un camino de rosas

Tanto estas iniciativas como lo que salga de España deberán resolver varias cuestiones. Entre ellas, no comprometer la seguridad que aportan los sistemas actuales de apertura. "No es algo sencillo", admite Cañete. "Es un reto bastante difícil, porque el móvil no tiene antenas de baja frecuencia y largo alcance". De ahí que se hayan propuesto fabricar un terminal, junto a BQ, que sí las incorpore.

Cañete explica que las conexiones que el móvil ofrece a día de hoy (3G o 4G, wifi y Bluetooth) "no proporcionan la seguridad que una capa de baja frecuencia puede aportar". Esta es "el tipo de señal de radio que más inmune es a todos los objetos e interferencias que puede haber en un entorno doméstico, normal, en la calle". Por ejemplo, la pérdida de cobertura cuando entramos en un túnel o la degradación del wifi cuando llueve o nieva.

Por tanto, "confiar en esas tres tecnologías para hacer un acceso a coche, que es la segunda compra más importante de tu vida [después de la vivienda], es un riesgo", señala el responsable de Premo. "Tienes que confiar mucho en la capa de ‘software’ para que eso funcione y no te lo pirateen".

No obstante, en los últimos años se han publicado diversas informaciones sobre los ciberataques a antenas inalámbricas que permitirían abrir coches aparcados en la calle, con dispositivos como el RollJam o con amplificadores de potencia

Los retos de la nueva llave

Más allá de la seguridad de las comunicaciones, hay varios retos que la industria todavía debe resolver. Cañete pone un ejemplo: si la llave del coche está en el móvil y vamos a cenar a un restaurante con servicio de aparcacoches, ¿le dejaríamos el teléfono al personal del local? "Tu móvil lo tiene todo: tiene tus fotos, tiene tus conversaciones… Se ha convertido en una cosa completamente superpersonal".

A las empresas de alquiler de coches también se les abriría un nuevo escenario. Cañete asegura que ya ha habido empresas que se han acercado a ellos para preguntar por alguna especie de ‘app’ o servicio que permita abrir el coche a quienes lo alquilen, sin necesidad de darles una llave, y bloquearlo cuando pase su tiempo.

Pero quizá la pregunta más urgente a la que dar respuesta sea otra: ¿qué pasará si el móvil se queda sin batería? Las actuales llaves inalámbricas cuentan con algún sistema de emergencia para abrir el coche; por ejemplo, introducirlas de forma mecánica, como se hacía en los modelos más clásicos. Del mismo modo, un dispositivo como el que pretenden fabricar BQ y Premo debería ofrecer alguna alternativa para acceder al automóvil si el teléfono no está disponible. 

"La tendencia natural es que el móvil acabará teniendo las llaves de tu casa y las llaves del coche. Esto va a pasar, todo el mundo sabe que va a pasar", sentencia Cañete. "Lo que pasa es que existen muchas situaciones y muchos escenarios que hay que resolver". ¿Será un consorcio español quien lo consiga?

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Las imágenes son propiedad, por orden de aparición, de Pixabay y Pexels.

Menos tasas y asfalto: el coche autónomo convertirá las ciudades en laboratorios

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El mundo de las cuatro ruedas está cerca de vivir una gran revolución. Más allá de la creación de nuevos eventos deportivos basados en el coche eléctrico, el nacimiento de nuevas tarifas y modelos de movilidad o incluso el desarrollo de nuevos dispositivos con los que interactuar con los vehículos, lo cierto es que la llegada de los coches autónomos o tendencias como el ‘car sharing’ (y su generalización) podrían no solo cambiar la forma en que nos movemos, sino también las ciudades por las que lo hacemos.

Al menos así lo vaticina el neoyorquino Mitch Turck, que se autodefine como “defensor y promotor de los vehículos autónomos”. “Los esfuerzos de planificación urbana se convertirán en decisiones tomadas por un ‘software’ (significativamente más barato y más rápido de desplegar) y el resultado final es que habrá un aumento exponencial en el número de experimentos que se llevan a cabo en lo que respecta al tráfico”, resume a HojaDeRouter.com.

Nuevos (y viejos) impuestos

Turck defiende que el uso de los coches sin conductor lo cambiará todo, hasta la planificación urbanística de las ciudades. En las próximas décadas, los ciudadanos veremos todo tipo de modificaciones en la forma de gestionar la movilidad. Para empezar, plantea que los coches dejarán de ser propiedad de particulares y se utilizarán de forma compartida los de aquellas compañías que ofrezcan servicio de transporte, al estilo Uber, pero con una flota de vehículos sin conductor.

“Pagarías por usar el vehículo, similar a un taxi, y las compañías deberían pagar nuevos impuestos, dependiendo de la empresa”, explica el estadounidense. Al fin y al cabo, las administraciones dejarían de recibir una parte importante del dinero que llena las arcas públicas. Ni matriculación, ni impuesto de circulación ni IRPF. Los ciudadanos se desentenderían de todos esos impuestos que se pagan a día de hoy y todo recaería sobre las espaldas de las futuras empresas de transporte.

Además, aunque se seguirán viendo automóviles, la cifra disminuirá. “Por cada vehículo compartido que exista en una ciudad, hay diez vehículos menos circulando por ella, por lo que podría reducirse en un 10% el uso de vehículos”, explica el consultor español especializado en ciudades inteligentes Enrique Ruz.

No obstante, el propio Ruz augura que los gobiernos municipales y nacionales no echarán en falta los impuestos que se podrían dejar de recaudar (y que, en parte, tendrían que asumir las empresas de transporte, como hace ya a día de hoy Uber pagando el seguro de sus pasajeros). “Esa pérdida de ingresos cubre perfectamente un coste muy grande de las ciudades: el de las medidas de limpieza contra la contaminación. Además, también se reduciría el coste sanitario que implican las afecciones de enfermedades que afectan a la población por culpa de la contaminación”, calcula.

Además, Ruz apunta otra ventaja. Al convertirse en ciudades más sanas, las que adoptasen en primer lugar y de forma mayoritaria ciertos modelos de movilidad basados en el coche autónomo y eléctrico serían “más vendibles y atraerían más población y más inversión”. En resumen, según estos expertos, todo el mundo saldría ganando: los ciudadanos se desharían de algunos sobrecostes que a día de hoy se derivan de tener un coche en propiedad, las empresas incluirían los nuevos impuestos en los trayectos de sus pasajeros y las ciudades serían más cómodas y populares.

Sin embargo, no todo es de color de rosa en este futuro que, tal y como recuerda Turck, aún está por definir. Él mimo indica que uno de los retos de las compañías será cubrir el coste de los trayectos que los coches sin conductor hagan sin pasajeros. Al fin y al cabo, tras llevar a un cliente del punto A al punto B, lo más probable es que el vehículo tenga que volver a su centro de operaciones o incluso a un distante punto C donde tendrá que recoger a otro pasajero.

Turck abre aquí un abanico de posibilidades que, según él, protagonizará los numerosos experimentos que aún verán los ciudadanos de todo el mundo en materia de movilidad. “Decidir quién paga por el viaje vacío podría ser el factor más importante en el desarrollo urbano”, señala. Puede que haya un sobrecoste para los pasajeros cuando su destino esté alejado (para costear así parte del viaje de vuelta); puede que las compañías ofrezcan en ese momento un servicio de transporte de mercancías, ya sea de comida a domicilio o de mensajería, para aprovechar el recorrido; o puede que amorticen el coste convirtiéndose en una plataforma publicitaria. O tal vez se les ocurra algo completamente diferente.

En este sentido, Turck también plantea un posible nuevo negocio, con ventajas para los usuarios: si estos aceptan ver publicidad durante su viaje, o si utilizan un chat concreto que patrocine el trayecto, podrían optar a pagar tarifas más económicas. “En otras palabras, si sólo quieres pagar 6 euros por un trayecto, verías anuncios; pero si estás dispuesto a pagar 7 euros, no lo harías”, explica.

Los cambios en las calles

“En la mayoría de ciudades, primero se verán coches autónomos solitarios en zonas universitarias", predice Turck. "En algún momento, esos trayectos experimentales se convertirán en alternativas de transporte reales”. Así será el despliegue paulatino del vehículo sin conductor según este experto en movilidad.

En cuanto a lo que sucederá entonces, Ruz parece no tener duda. Si el principal problema que producen los coches a día de hoy (contaminación aparte) es el espacio que requieren, una disminución del 10% en el parque móvil de una ciudad (sin tener en cuenta una generalización absoluta, del cien por cien, del coche autónomo compartido) “implicaría que los anchos de las avenidas y las calles podrían ser menores, y ese ancho lo podrían tener en cuenta los urbanistas a la hora de planificar grandes avenidas que en el futuro podrían ser solo de un carril para convertir el resto del espacio en zonas verdes, zonas comerciales o industriales”, explica el consultor.

Aunque con una visión algo más crítica, también coincide en el probable aumento del espacio peatonal Patxi Lamíquiz, profesor del Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Madrid. Según este experto, “con estos nuevos sistemas es posible que el coche autónomo no tuviera que estar aparcado y, por lo tanto, reduciríamos algo el espacio ocupado en la vía pública, unos 4 metros por calle”. “Podríamos pensar en las ciudades como islas peatonales a las que entraran los coches autónomos a dejar pasajeros pero en las que no se quedarán aparcados”, sentencia.

No obstante, lo que defiende Lamíquiz es que, en un hipotético futuro dominado por los coches autónomos, las ciudades tenderán a crecer. No en vano, según el profesor, el tiempo que invierte un ciudadano en transporte es prácticamente una constante a lo largo de la historia: “En torno a una hora, una hora y media, independientemente de la tecnología de transporte de cada momento”. Así, “si estas tecnologías permiten un ahorro del tiempo, es de esperar que la ciudad vuelva a sufrir otra mutación y otra extensión”, concluye el profesor.

Lo que sí parece una predicción segura, al menos según Turkc, es que los atascos desaparecerán como por arte de magia. De acuerdo con el estadounidense, son fruto de un error de cálculo humano que se eliminará cuando sean los algoritmos los que decidan cómo organizar el tráfico en las ciudades.

“El problema es que el coche no es solo un medio de transporte: es más un icono de nuestra sociedad”, matiza Lamíquiz. “Hoy en día se valoran otras propiedades del coche como elemento paradigmático del sistema fordista, del sistema consumista”. De esta forma, el profesor espera que el ‘carsharing’ y el coche autónomo sirvan al menos para que las familias dejen de hacerse con un segundo vehículo, aunque no desaparezca del todo el coche en propiedad.

Además, recuerda lo que él denomina como “demanda inducida”: “Al final, al dar más facilidades, estás promoviendo más movilidad”. De esta forma, al ser realmente sencillo coger un coche compartido o incluso sin conductor para ir de un lugar a otro, las condiciones del transporte deberían mejorar y podría haber más ciudadanos que quisieran moverse en coche. “Quitas gente de los sistemas de transporte colectivo, que son más eficaces, y las vías se volverían a llenar y volverían a congestionarse”, pronostica.

El gran obstáculo

Aunque nadie puede saber lo que sucederá finalmente, Ruz también señala que el gran obstáculo para esta previsible transformación de las ciudades se encuentra en el propio proceso de desarrollo de un plan urbanístico. Al menos, en España.

"El urbanista lo que ahora mismo está intentando es dar respuesta al exceso de vehículos, teniendo en consideración un mayor ancho en las vías o una mayor proliferación de accesos", describe el consultor. "Pero en muy pocos casos se considera esa situación futurible en la que esos espacios se vayan reduciendo".

En todo caso, las medidas en lo que a circulación restringida de vehículos se refiere tienen que ver con cuestiones medioambientales y no con un aumento del uso del coche compartido, como ya sucede en grandes capitales como Madrid. Así lo considera el propio Ruz que, además, recuerda que "desde que el urbanista diseña el plan hasta que se ejecuta, ha habido una transformación tal en las formas de uso de esa ciudad que, cuando vemos realizado ese plan urbanístico, muchas veces ya es obsoleto".

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Las imágenes son propiedad, por oden de aparición, de Nils van der Burg, Nacho, Mitch TurckRoger Schultz y Antonio Rubio.

El maestro que inventó Photoshop y nos deslumbra con los efectos de 'Star Wars'

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En 1978, John Knoll era uno más de los muchos adolescentes fascinados con la galaxia muy muy lejana que habían descubierto gracias a George Lucas. El director había conseguido su propio sueño de recrear con naves espaciales en miniatura los combates aéreos de la II Guerra Mundial, aunque nunca acabó de estar satisfecho con la parte técnica de ‘La guerra de las galaxias’.

Precisamente cazas de la II Guerra Mundial, naves espaciales y vehículos eran los medios de transporte que Knoll, a sus 15 años, recreaba en las maquetas que construía con sus propias manos. Así que cuando su padre, ingeniero nuclear y profesor de la Universidad de Michigan, le llevó con su hermano a California para dar una conferencia, ansió visitar el lugar donde se habían creado los efectos especiales de aquella película que le entusiasmaba.

Ni corto ni perezoso, buscó el teléfono de Industrial Light and Magic (ILM) en el hotel y llamó, presentándose como un creador de maquetas adulto. Así fue como consiguió pasar un día “fantástico” con los artesanos de la ciencia ficción que tanto admiraba. Él mismo acabaría siendo uno de ellos en ILM. Responsable de los efectos especiales de la trilogía de precuelas de ‘La guerra de las galaxias’, este domingo podría llevarse el premio Óscar a los mejores efectos visuales por su trabajo en ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’.

Es la sexta ocasión en la que está nominado, aunque esta es especial: el propio Knoll ideó esa historia cronológicamente anterior a ‘Una nueva esperanza’. “Es un poco como un genio”, ha afirmado Gareth Edwards, el director de la cinta. La impresionante trayectoria de Knoll, responsable creativo de ILM, parece avalar esa afirmación.

El constructor de maquetas que creó Photoshop

“‘La Guerra de las Galaxias’ tuvo un gran impacto en mi decisión de comenzar en esta carrera. Mi objetivo a largo plazo cuando empecé era que algún día sería el supervisor de efectos especiales en algo de la escala de ‘La guerra de las galaxias’", señalaba Knoll en una entrevista hace unos años. Miembro de una familia de “científicos e ingenieros”, su padre le apoyó en su decisión de estudiar en la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California, por donde ya había pasado George Lucas.

Al mismo tiempo, Knoll conseguía un trabajo como modelista para series de televisión, pero pronto se buscó otros entretenimientos. “Tan pronto como haces de tu afición una profesión, de alguna forma la mata como una afición, así que es el momento de buscarte una nueva”, destacaba.

El inventor comenzó entonces a reflexionar sobre la Dykstraflex, la cámara con control de movimiento podía desplazarse en siete ejes diferentes con la que John Dykstra, el padre de los efectos especiales de ‘La guerra de las galaxias’, había grabado las miniaturas. Con ayuda de un Apple II, un soporte de cámara y otros elementos, consiguió crear la suya propia para su tesis.

En 1984, un año después del estreno de ‘El retorno del Jedi’, Knoll conseguía un trabajo como operador de cámara en ILM, un cargo que desempeñó en películas como ‘Willow’, film ideado por el propio George Lucas. Tampoco se conformó con eso.

Su padre le había transmitido su pasión por los ordenadores y la fotografía, e incluso contaba con un cuarto oscuro en el sótano de su hogar para el revelado. Thomas, su hermano, que sí siguió la tradición familiar y estudió ingeniería, se encontraba realizando el doctorado cuando creó un programa para mostrar las imágenes en escala de grises.

Se lo enseñó a John y juntos comenzaron a trabajar en la creación del ‘software’ de retoque de imágenes por excelencia: Photoshop. ‘Jennifer en el paraíso’, una instantánea de la novia de John que este retocó, se convirtió en la primera imagen de la historia manipulada con el famoso programa. Adobe lanzó la primera versión en 1990. Aunque Tom acabó trabajando para la compañía, John se quedó en ILM, e incluso utilizó el ‘software’ para desarrollar los gráficos por ordenador del film de James Cameron ‘Abyss’.  

Gracias a su trabajo en esa película, Knoll logró convertirse en el supervisor de efectos visuales de films como ‘La caza del Octubre Rojo’, ‘Star Trek: la próxima generación’ o ‘Misión imposible’. A mediados de los 90, se le presentó su gran oportunidad, con jedis y droides incluidos. George Lucas quería mejorar algunas escenas de la trilogía original el primer film de la saga acabó siendo el 25 % de lo que él deseaba que fuera e ILM trabajó en el lanzamiento de la edición especial.

Por simple pasión, Knoll comenzó a mejorar digitalmente las batallas con naves espaciales. Al director le encandilaron sus primeros resultados, así que decidió asignarle la tarea. Veinte años después del inicio de la saga, salían a la venta esos VHS retocados. Entre otros cambios, el repugnante Jabba el Hutt fue generado por ordenador y se modificó la escena musical que muestra su palacio. Eso sí, algunas mejoras fueron muy criticadas por los fans, e incluso hay uno que se ha dedicado a restaurarlas para eliminar los efectos digitales que se fueron añadiendo en posteriores lanzamientos.

De la trilogía de precuelas a 'Piratas del Caribe’

Pese al éxito de esa primera cinta, los caminos de George Lucas y John Dykstra se separaron. El responsable de efectos especiales abandonó la saga, pero no lo hizo Dennis Muren, que había trabajado en la unidad de miniaturas y efectos ópticos de 'Una nueva esperanza'. Muren ganó el Óscar en 1980 por los efectos especiales de ‘El imperio coontrataca’. Desde entonces, ha conseguido otros ocho, consiguiendo ser la persona viva con más estatuillas de la Academia de Hollywood.

En 1996, George Lucas se puso en contacto con él para que fuera el supervisor de efectos especiales de la primera precuela. Scott Quires, que no volvió a participar en la saga, y el joven John Knoll, también ocuparon el mismo puesto en el ambicioso film que narraba la juventud de Obi-Wan Kenobi y Anakin Skywalker.

No había límite más allá de lo que mi imaginación elaborase”, explicaría Lucas años después. El director llevó a los tres al Rancho Skywalker, donde les enseñó 3.500 ilustraciones del ‘storyboard’ de ‘La amenaza fantasma’. John Knoll ha demostrado en varias entrevistas que recuerda vivídamente aquella jornada. “Mi reacción sobre cada cartel era 'bueno, eso va a ser muy difícil'”. A su juicio, muchos de los efectos especiales que planteaba el realizador no se habían llevado a cabo jamás.

Mezclar las tomas rodadas con los personajes y los efectos por ordenador en escenas tan complejas como la carrera de vainas o hacer que droides y gunganos se enfrentaran en la batalla final era todo un reto. Aunque siguieron utilizando algunas miniaturas, las recreaciones digitales tenían gran peso. “Hay un viejo tópico que dice ‘sabes que el mejor cumplido que pueden hacerte nunca es que nadie note tus efectos en la imagen' (...) No sé si estoy acuerdo con eso. También es realmente valiente correr a través del desierto a 600 millas por hora o cosas como chocar y explotar”, destacaba Knoll.

No todo salió bien. Crear a Jar Jar Binks, un personaje que podía haberse convertido en la primera estrella generada por ordenador (utilizaron la novedosa tecnología de captura de movimiento con el actor Ahmed Best) no fue sencillo. Sin embargo, aquel anfibio de Naboo acabó convirtiéndose en uno de los personajes más odiados de la saga.

Pese a ello, John Knoll, que incluso hizo un cameo en la película subiéndose a una nave espacial, consiguió junto a sus compañeros su primera nominación al Óscar en el 2000 por aquel trabajo. Optó de nuevo a la estatuilla gracias a ‘El ataque de los clones’ en 2002.  

En ese film, el avance de la tecnología les permitió crear animaciones digitales en lugar de ‘storyboards’. Rodaron escenas con actores improvisados y el croma de fondo, diseñaron unos primitivos escenarios y lograron tener una primera versión de la película antes de que fuera rodada. Un método de trabajo que ayudó también a los actores a mejorar su interpretación.

Además, el Episodio II supuso el fin de la era de las marionetas. Yoda dejó de ser por primera vez un muñeco (aunque, con el lanzamiento de los Blu-Ray, también se convirtió en un personaje digital en ‘La amenaza fantasma’). El director de animación, Rob Coleman, había conseguido convencer a Lucas de que el maestro jedi podía mejorarse por ordenador sustituyéndole en algunas escenas de ‘El imperio contraataca’, y el realizador decidió que pudiéramos verle incluso pegando saltos al enfrentarse con el conde Dooku en un épico duelo de sables láser. 

John Knoll volvió a ser el supervisor de efectos especiales en ‘La venganza de los Sith’, pero para entonces ya trabajaba en otra exitosa saga con la que conseguiría otras tres nominaciones a los Óscar: ‘Piratas del Caribe’. Recibió su primera estatuilla por su trabajo supervisando los efectos especiales de la segunda película, ‘El cofre del hombre muerto’.

Un film en el que nos impactó Davy Jones, ese legendario pirata sin corazón con tentáculos por barba. “Tuve una relación muy fructífera y amistosa con Bill Nighy [el actor que interpretó a Davy Jones] en las imágenes de ‘Piratas’ porque ambos estábamos contribuyendo lo mejor posible a la creación de un personaje”, destacó después el propio Knoll. “Era el autor de la actuación, y por eso no sentía que era un engranaje de la máquina o que su contribución artística sería adulterada de alguna forma por un grupo de ‘geeks’”.

Para conseguir dar vida al capitán y su tripulación, Knoll y su equipo crearon iMocap, su propio sistema para mejorar la captura de movimiento de los actores y el diseño de los gráficos por ordenador que ILM acabó patentando.  

En los últimos años, Knoll ha participado en ‘Avatar’, ‘Rango’, ‘Super 8’, ‘La invención de Hugo’ o ‘Tomorrowland’, convirtiéndose en uno de los mayores maestros de su campo. “Son el tipo de películas que quiero ver, en las que quiero estar involucrado. Pero, ya sabes, tan pronto como te entregas a un proyecto como este, lo desmenuzas hasta el mínimo detalle. Ves cada plano mil veces”, señalaba el perfeccionista Knoll hace unos años. “Así que estropeas por completo la experiencia de ver esa película tú mismo, porque no se puede mirar con objetividad cuando llegas al final de un proyecto”.

‘Rogue One’, una criatura de Knoll

Productor ejecutivo, creador de la historia y supervisor de los 1.600 planos de efectos especiales. Esos son los tres cargos que ha asumido John Knoll en su última aventura, ‘Rogue One’. El argumento se le ocurrió hace años, cuando, recordando los títulos de crédito que habían marcado su adolescencia, comenzó a pensar cómo los rebeldes se habían hecho con los planos de la Estrella de la Muerte que Leia acabaría guardando en R2-D2. Ideó entonces una historia de espías el estilo de ‘Misión Imposible’” que tendría lugar cronológicamente entre las dos trilogías. A Kathleen Kennedy, la presidenta de Lucasfilm tras la compra por parte de Disney, le gustó la idea.

Desde el principio, John quiso que la protagonizara un personaje femenino, Jyn Erso (Felicity Jones). Lo decidió así pensando en sus tres hijas, fans ‘La guerra de las galaxias’. “Las veía identificándose con un montón de personajes masculinos y simplemente pensé: ‘Star Wars’ podría tener más protagonistas femeninas fuertes y buenas”.

En la cinta hemos conocido al imponente pero bonachón K-2SO, un droide del Imperio reprogramado que John Knoll incluyó desde su primer borrador y que se ha convertido en uno de sus personajes favoritos. Él mismo ha explicado que lo creó para que complementara con sus habilidades a los personajes humanos del film, como ya había hecho el simpático C-3PO anteriormente. Al igual que en anteriores ocasiones, el equipo creó primero una maqueta a escala real del droide como referencia, grabaron a un actor para la captura de movimiento (Alan Tudyk) y acabaron generando al personaje por ordenador.

Unos meses antes del estreno de ‘Rogue One’, John Knoll explicó en la Star Wars Celebration Europe 2016 de Londres su “proyecto por afición personal” para recrear la Estrella de la Muerte original, que juega un papel fundamental en el film. Él mismo intentó buscar las miniaturas que se habían utilizado en los 70, pero ya no estaban en poder de ILM. Debido a ello, tuvo que rastrear las imágenes de archivo para recrear la compleja superficie de la estación espacial. En ese proceso, descubrió que la primera Estrella de la Muerte no es completamente redonda, sino oblonga en su hemisferio sur, aunque decidió no tenerlo en cuenta.

El equipo de ‘Rogue One’ llegó a construir la estación en tres escalas diferentes y con distintos niveles de detalle según el plano que necesitaban. John Knoll ha cuidado todos los aspectos.

Un fan aseguró tras ver el ‘teaser’ que el modo en que la potente arma de destrucción de planetas aparecía en el cielo era un error. Poco después, aseguró haber recibido un correo del propio Knoll en el que le explicaba con detalle los planos. “Vengo de una familia de ingenieros y científicos, así que te aseguro que este tipo de cosas no pasan por accidente, al menos no en el trabajo que estoy supervisando”, afirmaba que le había contestado Knoll. De hecho, hasta el guionista del film ha pedido asesoramiento científico al prestigioso astrofísico Neil deGrasse Tyson.

Aunque la creación del planeta Jeddah y las batallas espaciales son algunos de los puntos fuertes de la cinta, no se ha hablado demasiado de ellos. La polémica por la reaparición digital de dos actores, Peter Cushing y Carrie Fisher, ha acaparado toda la atención. El equipo de John Knoll decidió rescatar al Grand Moff Tarkin y a la princesa Leia tal y como aparecían en la película original.

El propio Knoll ha tenido que dar explicaciones por esa criticada decisión, asegurando que no habían hecho nada que el difunto Peter Cushing hubiera objetado”. Fisher, que falleció pocos días después del estreno de ‘Rogue One’, sí pensaba que la recreación era “fantástica”, según transmitió a la presidenta de Lucasfilm.

De un modo u otro, la última cinta del universo de ‘La guerra de las galaxias’ opta a dos Óscar, tanto por los efectos visuales como por la edición de sonido. Al enterarse de la noticia, Knoll envió un comunicado asegurando que, aunque los cuatro supervisores de efectos especiales eran los únicos nominados, el trabajo entre bambalinas de los 800 artistas, técnicos y productores era “igualmente importante”.

No sabemos si la fuerza le acompañará el próximo domingo en la gala de la Academia, pero lo que parece claro es que este genio de los efectos especiales ha cumplido sobradamente sus sueños de adolescencia. “La forma en la que he modelado mi carrera completa ha sido empezando con aficiones”, señalaba él mismo hace unos años. ¿Cuál será la próxima?

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La imagen 2 es propiedad de Star Wars (Flickr). 

La pionera hoja de cálculo que popularizó el Apple II y sirvió de inspiración a Excel

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Un día de Halloween, a finales de los 70, Dan Bricklin se disfrazó de calculadora. Era una de esas calculadoras científicas con funciones y pantalla solar. La anécdota es una buena muestra de la enorme pasión que este hombre siente por las matemáticas. Tanto le entusiasmaban (y le entusiasman), que se convirtió en el inventor de la primera hoja de cálculo digital y comercial que conocemos, un antecedente de Excel que sentó las bases de las filas, columnas y fórmulas. Bricklin es el padre de VisiCalc.

Nacido en Filadelfia en 1951, a Bricklin le gustó desde pequeño todo lo relacionado con la electrónica. "Cuando era muy joven, uno de los primos de mi madre me introdujo en los circuitos eléctricos. Me enseñó cómo usar pilas o bombillas para hacer circuitos simples. Me pareció apasionante y comencé a interesarme por las cosas técnicas", explica ahora a HojaDeRouter.com. Como su padre regentaba una pequeña imprenta en la ciudad, el joven Dan le vio gestionarla con sus libros de cuentas, llenos de hojas de cálculo analógicas.

En 1966, cuando tenía 15 años y aún estaba en el instituto, aprendió a programar. "Era muy difícil encontrar ordenadores con los que trabajar en aquellos días", recuerda. Tras ello, fue a la universidad; en concreto, al MIT, donde se licenció en Ingeniería Eléctrica e Informática. Allí fue donde conoció a su amigo Bob Frankston, que se convertiría en alguien esencial en su carrera.

El sueño de crear una hoja de cálculo electrónica

VisiCalc comienza a gestarse en 1978, cuando Bricklin era estudiante de la Escuela de Negocios de Harvard. Estaba cursando un MBA porque su objetivo era fundar su propia empresa. A la vez, en las prácticas del máster, tenía que vérselas con grandes rollos de papel cuadriculado en los que se desarrollaban planes financieros. En ese lugar y en ese contexto le llegó la idea de crear una hoja de cálculo electrónica: "Era una cosa que vi que sería útil. Programar problemas [matemáticos] llevaba mucho tiempo y necesitabas algo que fuera fácil de usar como un procesador de textos para ser capaz de trabajar con números y en la pantalla con asuntos de negocios", recuerda.

Se imaginó cómo sería su calculadora si estuviera disponible en la pantalla de un ordenador, frente a sus ojos, "como en un avión de combate, donde podía ver una imagen virtual colgando del aire, frente a mí". En su mente fue creando la disposición en columnas y filas, en las que se mostrarían de forma visual todas las fórmulas matemáticas.

Bricklin lo diseñó teniendo en mente el Apple II, que había salido en 1977, y escribiendo el código en Apple BASIC. Pensó que un sistema de celdas (con cinco columnas y veinte filas en el primer prototipo) era el mejor y el más visual para ejecutar las operaciones y ordenar los elementos de una fórmula. Así, si uno de estos elementos era erróneo, bastaba con ir a su coordenada y modificarlo, sin necesidad de comenzar desde el principio. Él y su colega Frankston crearon Software Arts, la empresa con la que comercializarían el producto.

Un año después, en octubre de 1979, el equipo presentó VisiCalc, un acortamiento de Visual Calculator, disponible en los antiguos disquetes de 5 ¼. "Algunas personas estaban muy interesadas, pero en aquellos días la mayoría de la gente no mostraba interés por los ordenadores. No entendían el valor de un ordenador personal. Entendían el valor de un ordenador corporativo que se usara para nóminas, inventario… pero no veían el valor de tener tu propio ordenador", explica Bricklin.

Sin embargo, un puñado de personas sí vieron ese potencial, sobre todo cuando los primeros ordenadores de Apple se popularizaron, antes de que IBM presentara sus modelos personales. Así, "la respuesta inicial entre gente que estaba interesada en ordenadores personales fue relativamente buena". Aquellos que lo comenzaron a usar descubrieron que les ayudaba en su trabajo y, poco a poco, se fue corriendo la voz. Los propios disquetes venían con un manual de instrucciones con ejemplos para realizar operaciones básicas y que podían resultar de utilidad a los clientes: presupuestos para el hogar, proyecciones de costes o ventas, cálculos científicos…

Un espaldarazo fue que VisiCalc se pudiera ejecutar en el IBM PC, el primer ordenador personal del gigante, cuando este salió a la venta en 1981. "Era uno de los pocos programas que podías comprar" para esa máquina. Bricklin también señala que parte de la popularización del 'software' se debe a las destrezas de algunos vendedores a la hora de ofrecerlo, con demostraciones de sus usos en las tiendas.

La competencia de los años 80

Sería ya a mediados de los 80 cuando las hojas de cálculo comenzaran a popularizarse en oficinas, negocios y casas. Tras el impacto de VisiCalc, otras compañías intentaron crear su propia hoja de cálculo digital, como la presente en el paquete de AppleWorks, de 1984, o la Lotus 1-2-3, en 1983. Hubo más programas: SuperCalc, Multiplan… Sin olvidar al que ha llegado hasta nuestros días con enorme popularidad: Excel, de 1985.

De todos ellos, Bricklin destaca el Lotus 1-2-3 como el que más o mejor hizo la competencia a VisiCalc por aquel entonces, ya que tenía un diseño muy parecido, permitía realizar operaciones similares y también podía usarse en los ordenadores de IBM.

En 1983, Lotus 1-2-3 ya superaba en ventas a VisiCalc. Solo el primer año, la compañía Lotus obtuvo ingresos por valor de 53 millones de dólares (128 millones de dólares con la inflación ajustada, unos 120 millones de euros) y salió a bolsa, mientras que al año siguiente los ingresos se triplicaron. Entre las virtudes de Lotus 1-2-3 estaba la posibilidad de poner nombres a las celdas o crear macros.

Ya en 1985, Lotus compró Software Arts, la compañía que desarrollaba VisiCalc, y con ello paró la producción de este 'software'. Un portavoz de Lotus dijo entonces que el 1-2-3 era un producto "mucho mejor" y que, por tanto, VisiCalc "no era necesario".

Pero sobre Lotus 1-2-3 o AppleWorks acabaría triunfando un programa que ha llegado con fuerza a nuestros días: Excel. "Microsoft tenía una ventaja comercial, porque estaban vendiendo [también] el sistema operativo”, dice Bricklin. Con Excel, "la hoja de cálculo se hizo muy popular para trabajar con datos y presentar esos datos de un modo que fuera útil". Bricklin alaba el producto de la compañía de Bill Gates: "Excel ha hecho de la hoja de cálculo la principal herramienta para los negocios. Me siento bien por que mi herramienta continúe siendo usada".

Él ni siquiera patentó su VisiCalc. Según ha explicado, no lo hizo porque a finales de los 70 no era tan común registrar las creaciones de 'software': "Los programas eran pensados como meros algoritmos matemáticos, y los algoritmos matemáticos, como las leyes de la naturaleza, no eran patentables". Según el relato de Bricklin, lo intentaron, pero un abogado especialista los disuadió porque hubiera sido difícil de justificar.

Y si Bricklin alaba Excel, fue el propio Steve Jobs quien en los años 90 alabó el papel de VisiCalc en la revolución de la informática. Durante una entrevista en los años 90, Jobs reconoció que VisiCalc había sido responsable de que el Apple II tuviera tanto éxito, y que las hojas de cálculo fueron uno de los detonantes del desarrollo de la industria de los ordenadores personales: "Si VisiCalc hubiese sido escrita para algún otro ordenador, ahora mismo estarías entrevistando a otro".

Tras la desaparición de VisiCalc, Bricklin no descansó. Fundó otra compañía, Software Garden, cuyo principal producto fue el Dan Bricklin’s Demo Program, una herramienta para crear demostraciones. "Fue muy popular entre los programadores, para diseñar programas", cuenta Bricklin. La compañía todavía opera, mientras él ha desarrollado SocialCalc, una hoja de cálculo de código abierto que se ejecuta en el navegador.

Otra de sus creaciones es la 'app' para tomar notas a mano Note Taker HD, para iPad, que arribó cuando la tableta de Apple era una recién llegada al mercado. "Fue un producto muy popular en la App Store en 2010 y aún se vende", cuenta. Al mismo tiempo, VisiCalc aún se puede descargar desde la web personal de Bricklin. Para ejecutarlo, hace falta un ordenador con el sistema operativo DOS o el emulador correspondiente. Él, mientras tanto, sigue trabajando para crear nuevos programas, con el orgullo de aquel hito que alcanzó hace más de tres décadas.

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Las imágenes son propiedad, por orden de aparición, de Paul GillinWikipedia y TED

El español que se ha llevado un Óscar por 'pintar' a Mowgli rescatando a un elefante

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La de este año ha sido una gala de los Óscar que dejará huella en la historia de la alfombra roja ‘hollywoodiense’. Su dramático final, con el sofoco provocado a los fugazmente galardonados representantes de ‘La La Land’ y los renglones torcidos con los que se escribió la victoria de ‘Moonlight’, será difícil de olvidar. No obstante, no fue lo único que sucedió en el Dolby Theatre.

De hecho, una de las 24 estatuillas que repartió la estadounidense Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en esta edición tiene un toque de protagonismo español. Se trata del Óscar a los mejores efectos visuales, que fue para ‘El libro de la selva’ (superando a la todopoderosa ‘Rogue One’ de Star Wars) y del que ya puede presumir en su currículum Adrián Pueyo, de profesión compositor.

No obstante, el trabajo de Adrián poco tiene que ver con la banda sonora de una película. Lo suyo es componer efectos visuales. “Si otros artistas crean los modelos, los animan, los iluminan y los renderizan para convertirlos en imágenes, mi proceso es juntar lo que se graba y lo que se crea digitalmente, de forma que el ojo no sea capaz de percibir la diferencia”, explica el propio Pueyo a HojaDeRouter.com. “Crear el conjunto de todas las imágenes”, resume.

Si bien el pasado año anduvo muy cerca de sumar un Óscar a su haber de logros con ‘The Martian’, que se quedó a las puertas del galardón, ha sido la historia de Mowgli la que le ha permitido presumir de un premio de la meca del cine. Con solo 23 años. Nacido en 1993, las imágenes son la pasión de Pueyo desde bien pequeño. “Desde los 11 años estaba ya con Photoshop y cosas así; no era un niño normal tampoco”, confiesa.

Después de dos años estudiando Ingeniería Industrial, el ahora compositor abandonó la carrera para inscribirse en un máster de efectos visuales en U-tad. “Primero tuve que buscar en Wikipedia qué era eso de VFX, porque no sabía nada”, reconoce ahora. “Vi que mezclaba justamente todas las cosas que yo había estado haciendo siempre, pero dándole una aplicación práctica y con una industria bien sólida”.

A partir de ahí, unos meses de prácticas en España y la oportunidad de viajar a Londres para trabajar en ‘The Martian’ le abrieron las puertas del cine de mayor presupuesto: de componer imágenes para ‘Mortadelo y Filemón’, Pueyo ha pasado a instalarse recientemente en Vancouver para participar en la composición de ‘Wonder Woman’, el largometraje protagonizado por la heroína de DC que verá la luz el próximo verano.

El pintor de escenas

A la hora de explicar en qué consiste su complejo y técnico trabajo, Pueyo compara sus funciones con las de un artista del pincel. “Dentro de tratar de que todo quede realista y como una pieza homogénea, es como jugar a ser un pintor que decide dónde pone las luces para darle cierto interés a la composición o para transmitir un sentimiento determinado en una escena”, comenta.

De su oscarizado trabajo, Pueyo recuerda una escena que tiene lugar en pleno amanecer, con el sol saliendo por el horizonte y una manada de elefantes. “En este plano, Mowgli aparece rescatando a un elefante pequeño y era único, porque el anterior es de noche y el siguiente de día”, explica el animador.

Su principal reto en la oscarizada película era hacer que las pocas escenas rodadas con un pequeño Mowgli en una falsa selva que, en realidad, no era más que un 'set' que hacía las veces de croma, encajaran a la perfección con todos los animales creados de forma digital. De hecho, son las apariciones del protagonista las que condicionan el resto de la imagen en cada plano: al grabarse en un 'set', cada escena está iluminada de una forma diferente y todo lo demás tiene que adaptarse a esa luz.

“Es el color de cada una de las luces que están influyendo en los sujetos de cada plano, y jugar con ellas para que salga más volumen”, explica. Pero también es mucho más: “Para mezclar lo real con lo digital también se pone cualquier elemento que ayude, ya sea lluvia, partículas…”

Componiendo la realidad

No solo de películas con un alto componente digital se nutre el currículum de Pueyo, que también ha participado en superproducciones como la próxima entrega de 'Piratas del Caribe', ‘Passengers’, ‘Un monstruo viene a verme’ e incluso la también española ‘El desconocido’, en la que su trabajo fue introducir en un plano rodado en A Coruña un helicóptero sobrevolando una plaza de la capital gallega y una multitud de personas creadas digitalmente.

La principal diferencia entre un proyecto en el que hay más escenas rodadas que imágenes generadas por ordenador, según cuenta, es el equipo necesario. De hecho, Pueyo explica que en ‘El desconocido’ los compositores visuales fueron solo cuatro, mientras que en ‘El libro de la selva’ el departamento de efectos visuales aglutinaba a más de 800 personas, de las cuales 200 eran compositores.

Además, a la hora de componer imágenes reales y digitales el reto es otro: además de lograr que nada desentone, es necesario que todo se ajuste a la realidad. Aunque parezca algo obvio, supuso un problema a la hora de mezclar los planos de ‘The Martian’, tal y como explica el propio animador: “No se aclaraba nadie con cómo querían que se vieran las nubes en el cielo, si blancas o rojizas”.

“El color hubo que cambiarlo muchas veces y había un componente artístico bastante grande”, rememora. En ‘Passengers’ sucedió algo similar. “Trabajé en los planos de la piscina, que está en gravedad cero y todo el agua flota”, explica. “Fue bastante curioso, porque nadie sabía cómo se ve esa cantidad de agua sin gravedad. Tuvo un componente artístico muy grande”.

Si la mezcla de imágenes grabadas y digitales resulta creíble en pantalla es gracias al trabajo de compositores como el ahora oscarizado Adrián Pueyo. A sus escasos 23 años, lo tiene claro: “Todo debe tener una armonía en un nivel determinado, porque en cuanto algo falla, todo se ve mal”.

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Las imágenes de este artículo son propiedad de Adrián Pueyo y Disney


Acercando el amor: tecnología para transformar las relaciones a distancia

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Antiguamente, las parejas que vivían a distancia tenían que confiar en las cartas o el teléfono para mantener viva la llama del amor. Sin embargo, la revolución tecnológica de las últimas décadas ha facilitado la llegada de servicios de videollamada como Skype o Hangouts, que permiten una conversación virtual más parecida al cara a cara. Junto a ellas, los servicios de mensajería instantánea ayudan a mantener una comunicación más fluida entre enamorados.

Aun así, en muchas ocasiones, estos avances tecnológicos se quedan escasos y no ayudan a mitigar la sensación de que la otra persona no está realmente ahí. Por ello, en el año 2010, el investigador Carman Neustaedter, experto en la interacción persona-ordenador (IPO), fundó el Connections Lab, un grupo de investigación que trabaja en el diseño de tecnologías capaces de conectar a las personas "a través del tiempo y de la distancia".

"Casi todo el mundo tiene una persona a la que quiere, sea un miembro de la familia o un amigo, que vive lejos. Y como parte de esto, lo habitual es que la gente busque maneras de conectar con esos seres queridos", explica a HojaDeRouter.com. "Las tecnologías actuales hacen parte del trabajo, pero todavía no consiguen sensaciones tan buenas como lo es estar con alguien en persona. Y aunque puede que nunca alcancemos esa meta, nuestro trabajo intenta expandir los límites de la tecnología para estar lo más cerca posible de ese objetivo".

En su laboratorio, parte de la Escuela de Artes y Tecnologías Interactivas de la Universidad de Columbia Británica, en Canadá, Neustaedter y un nutrido grupo de jóvenes posgraduados trabajan incansablemente en el desarrollo de dispositivos y aplicaciones que pongan en contacto no solo a parejas, sino también a amigos y familiares que se encuentran alejados, dándoles una sensación de cercanía.

Desde guantes para que la gente pueda sentir el cariño de un ser querido, hasta herramientas para compartir la actividad que el otro está llevando a cabo a miles de kilómetros, estos dispositivos se presentan como el futuro de las relaciones a distancia.

Herramientas para acercar a seres queridos

Cuando Lillian Yang se unió al laboratorio, lo hizo con la intención de aprender más sobre la interacción entre humanos y ordenadores, por lo que se ha centrado en el estudio de la "vida compartida virtualmente".

"La idea de la 'vida compartida virtualmente' consiste en usar la tecnología para crear la sensación de que la persona amada y tú estáis juntos en casa", relata Yang. "Cuando las parejas usan Skype, por ejemplo, a veces lo dejan enchufado largos periodos de tiempo, incluso si no están sentados delante del ordenador hablando el uno con el otro", concreta la científica. De esta manera, pueden sentir la presencia de su pareja aunque se estén dedicando a sus propias actividades.

Con el objetivo de mejorar esa "vida compartida virtualmente", Yang estudia y desarrolla el uso de la telerrobótica. Si una pareja que vive, por ejemplo, en Madrid, tiene que separarse porque uno de ellos se va a vivir durante un año por motivos de trabajo a, digamos, Nueva York, la persona que se marcha puede dejar un robot de telepresencia en la casa compartida y controlarlo a distancia. "La persona que se ha marchado puede moverse alrededor de la casa compartida usando el robot como su presencia física. Gracias a esto puede ir donde quiera y ver lo que quiera, a diferencia de Skype que está controlado por la persona que se queda", añade.

Aunque los resultados son preliminares, Yang afirma que uno de los efectos observados es que las parejas se animan a tener conversaciones más serias. "Uno de los problemas con las relaciones a distancia es que los miembros de la pareja tienden a mostrar su mejor comportamiento cuando se comunican con el otro, y esto lleva a una idealización que se rompe cuando la distancia se termina", relata. "Con los robots, la gente parece más dispuesta a discutir temas complicados".

Además, la telerrobótica puede funcionar como una alternativa poderosa al lenguaje corporal. Por ejemplo, gracias a esta ayuda mecánica, si una de las dos personas se enfada durante una discusión, puede marcharse, abandonar la sala. Por supuesto también puede volver, como una presencia física, para seguir hablando las cosas o pedir disculpas.

Este tipo de robots de telepresencia ya son una realidad. Según explica Yang, el estudio emplea el modelo Beam+ de la compañía Suitable Technologies, aplicándolo, eso sí, a un contexto diferente al entorno laboral para el que fue concebido. Empleado incluso por el expresidente Obama o Edward Snowden, aunque con una versión más cara y avanzada, este representante robótico puede ser la solución para aquellas parejas que vayan a pasar bastante tiempo sin verse y no tengan problemas de presupuesto.

Guantes con los que sentir

Para Samarth Singhal, entrar a formar parte del Connections Lab representaba una oportunidad de investigar para encontrar la solución a un problema que vive en sus propias carnes. Separado de su pareja y familia, considera que la tecnología todavía puede hacer mucho más por aquellos que están alejados. "Creo que es muy importante estar en contacto y conectado con tus seres queridos. Especialmente aquellas parejas de larga distancia que se encuentran separados debido a obligaciones derivadas de los estudios o de la carrera laboral", explica a HojaDeRouter.com.

Por eso comenzó a desarrollar los guantes Flex-N-Feel. Cada miembro de la pareja se queda con un par. Uno de ellos, Flex, capta el movimiento y las inclinaciones de los dedos; el otro, Feel, lo reproduce a través de vibraciones de distintos niveles. "Flex-N-Feel es el primer paso hacia la verdadera conexión de las parejas a larga distancia, para poder sentir el tacto del otro y darles el siguiente nivel de presencia", detalla.

Usando una videollamada para coordinar sus movimientos, estos guantes permiten a la pareja disfrutar de una simulación de la presencia física: chocar los cinco, darse la mano o compartir un toque más íntimo como pueden ser los masajes, las caricias o las cosquillas. Ahora mismo se encuentran trabajando en la siguiente versión, que tratará de responder a las demandas de las parejas que, en un reciente estudio, pedían vibraciones "más sensuales".

El tacto, sin embargo, no lo es todo. Muchas veces, las parejas que se encuentran separadas sienten que se están perdiendo una parte de la vida del otro. Ahí es donde entra en juego BeWithMe, un sistema inmersivo de comunicación en vídeo. Con él, uno de los miembros de la pareja añade una cámara de 360 grados a su ‘smartphone’ y el otro puede disfrutar de las imágenes en su teléfono móvil. El objetivo es que los enamorados puedan hacer cosas juntos como salir de compras y poder opinar sobre qué cereales son mejores o el precio de unas deportivas o acompañar al que se va a hacer deporte aunque el otro esté en el sofá comiendo chocolate.

Con el tiempo, Singhal planea integrarlo en alguna plataforma de realidad virtual para que esos momentos compartidos parezcan totalmente realistas. "El objetivo principal de BeWithMe es permitir que las parejas sean parte de la experiencia del otro, en vez de limitarse a escuchar sus experiencias narradas al final del día", añade.

Compartir actividades a distancia, sentir el tacto del ser querido o fingir, aunque sea a través de la presencia de un robot, que estás en casa. Esos son algunos de los objetivos de este curioso laboratorio de investigación que trabaja para que el número creciente de relaciones a distancia disponga de nuevas herramientas con las que combatir la nostalgia, el echarse de menos y sigan esforzándose por mantener la llama a pesar de los kilómetros.

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Las imágenes de este artículo son propiedad por orden de aparición de Claudia Salazar, Michael LawtonSuitable Technologies

La bola de cristal de Churchill: predijo los móviles, los drones y la bomba atómica

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La bomba atómica la inventó el genio de la ciencia ficción H. G. Wells. Es cierto que el escritor británico no fabricó explosivo alguno a partir de uranio hablaba de una granada hecha de este elemento que “seguía explotando indefinidamente”, pero fue el primero en concebir la idea: acuñó el término en su libro ‘El mundo liberado’, publicado en 1914. El autor sabía mucho sobre física atómica; había leído los tratados de importantes científicos de la época, como el químico Frederick Soddy, descubridor de la desintegración del uranio.

Cuando Winston Churchill llegó al Parlamento británico en 1900, se las arregló para conocer en persona a Wells. Había quedado profundamente impresionado por las predicciones que aparecían en sus obras, que había leído repetidas veces. El político, conocido por su interés en llevar la innovación al campo militar, mantuvo el contacto con el escritor durante muchos años. “Wells fue sumamente importante a la hora de estimular el interés de Churchill por la ciencia y la tecnología”, indica a HojaDeRouter.com Graham Farmelo, biógrafo y autor del libro ‘La bomba de Churchill’

La influencia fue tal que el mandatario se dedicó a publicar sus propios ensayos visionarios durante la primera mitad del siglo XX. Entre ellos se incluye el artículo ‘¿Estamos solos en el universo?’, sobre la posibilidad de que haya vida extraterrestre, cuyo contenido ha sido desgranado recientemente por el astrofísico Mario Livio en la revista Nature. Según Farmelo, él ya había leído el manuscrito hace seis años mientras se documentaba para su libro. Se trata en realidad de una versión de un texto más amplio, ‘¿Hay hombres en la Luna?’, publicado en 1942 en el periódico Sunday Dispatch con la firma de Churchill.

Aunque el líder británico se adelantaba a su tiempo planteándose la existencia de vida alienígena en esta pieza, lo cierto es que ya había demostrado su visión futurista en un documento anterior. En ‘De aquí a cincuenta años’, recogido por primera vez en 1931 en News of the world, no solo mencionaba la energía nuclear, sino que también hablaba sobre “robots, teléfonos móviles, televisores por control remoto y el crecimiento de animales en laboratorios”, enumera Farmelo. 

Crónica de un descubrimiento anunciado

“Cuando era niño, Churchill no era bueno en ciencias y odiaba las matemáticas”, señala Farmelo. No obstante, su actitud cambió con los años. Mientras estaba en el Ejército, el británico se dio cuenta de que necesitaba tener conocimientos básicos en ciencia y tecnología si quería conseguir su objetivo: ser primer ministro de Reino Unido. Cuando estaba destinado en la India como soldado, “comenzó a leer libros para educarse”, entre los que se encontraban textos de Charles Darwin y su admirado Wells. 

Churchill mencionó por primera vez las armas atómicas en el artículo ‘¿Deberíamos suicidarnos todos?’ (donde hablaba también de drones), publicado en 1925, pero no fue hasta 1931 cuando se explayó sobre el asunto de la energía nuclear. En ‘De aquí a cincuenta años’ asegura que “no hay dudas entre los científicos de que esta gigante fuente de energía existe”. Lo único que les faltaba era “la cerilla para encender el fuego”. 

Según el líder británico, el descubrimiento y control de una fuente de energía tan poderosa permitiría manipular procesos de magnitud cósmica. “La geografía y el clima obedecerían nuestras órdenes”, aseguraba. Creía que 50.000 toneladas de agua, con las herramientas adecuadas, “son suficientes para llevar Irlanda al medio del Atlántico”.

Increíblemente, tres meses después de la publicación del texto, un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge daba con esa cerilla subatómica de la que hablaba el mandatario: el físico británico James Chadwick y su grupo descubrían los neutrones en un experimento realizado en el Laboratorio Cavendish. 

Claro que Churchill conocía los trabajos que se llevaban a cabo tanto en Cambridge como en otros centros de investigación. Sin embargo, el mérito no era del todo suyo, aunque firmara aquellos impresionantes artículos. En 1931 su amistad con Wells se había enfriado bastante, pero contaba ya con un sustituto. Según Farmelo, el político había conocido al físico y profesor de la Universidad de Oxford Frederick Lindemann en una fiesta en 1922. Hicieron tan buenas migas que lo convirtió en su asesor científico.

“Lindemann no era un científico brillante, pero estaba al tanto de todo lo que pasaba, los últimos descubrimientos y avances”, indica el escritor. Además, tenía un talento especial para explicar los conceptos más complicados. “Era Lindemann quien sabía tanto sobre la tecnología y la ciencia del futuro”, sostiene Farmelo. El físico había escrito el borrador de ‘De aquí a cincuenta años’, la primera versión sobre la que Chuchill trabajó posteriormente para convertirla en un texto “entendible por la gente y ameno”. El proceso, según el literato británico, se repitió en varias ocasiones. 

Robots al servicio del comunismo

En el visionario artículo, el líder británico hablaba de los revolucionarios cambios de la época. Decía que el tiempo en el que vivía era “diferente de todos los anteriores en los anales de la historia” por la aceleración del progreso que advertía, el aumento de la longevidad y de la esperanza de vida de la población. Tenía claro que la causante de esta “prodigiosa velocidad” era la ciencia, pero no confiaba demasiado en que las personas fueran capaces de controlar y asimilar estos rápidos avances. Sus lecturas le habían llevado a pensar que “los seres humanos solo pueden adaptarse a los cambios lentamente”, indica Farmelo. Por eso, el desarrollo científico y tecnológico del momento “le alarmaba y dudaba de que los humanos tuvieran la sabiduría y la flexibilidad para tratar con sus propias creaciones en estos campos”, advierte el escritor.

Uno de los avances que Churchill preveía como consecuencia de la innovación era la fabricación de robots. Para él, una especie de máquinas humanoides que “podrían ser construidas para adecuarse a las siniestras teorías del comunismo”. Porque no había nada en la “filosofía de los comunistas” que impidiera su creación. La referencia del mandatario es en realidad una alusión al escritor checo Karel Čapek, que acuñó el término robot en su obra ‘Rossum's Universal Robots’ para designar a unas criaturas subhumanas utilizadas como esclavos. “La producción de estos seres será posible dentro de cincuenta años”, vaticinaba el artículo.

El político se mostraba en realidad reticente a la creación de estos seres. Según Churchill, cualquier intento de modificar la naturaleza humana artificialmente acabaría teniendo como objetivo la opresión y la explotación. No hay que olvidar que “era fundamentalmente un conservador, creía firmemente en preservar el orden social y en darle poder a la aristocracia y la riqueza para que las cosas funcionaran”, dice Farmelo. 

El supuesto autor de ‘De aquí a cincuenta años’ también habla en el texto sobre un proceso similar a la fecundación ‘in vitro’. “Existen pocas dudas de que será posible llevar a cabo en un entorno artificial todo el ciclo que ahora da lugar al nacimiento de un niño”, asegura. No obstante, en su previsión, sostiene que cualquier interferencia en el desarrollo mental de estos bebés probeta, la sugestión o tratamientos recibidos durante sus primeros años producirían “seres especializados en pensar o trabajar”. Estos últimos tendrían unas capacidades físicas mejoradas, pero estarían programados para no tener ambiciones. 

Las ideas expuestas en el artículo recuerdan a las reflejadas por el también británico Adous Huxley en su famoso libro ‘Un mundo feliz’, publicado en 1932. Pero Churchill seguía empeñado a considerar a los rusos como la fuente de posibles problemas: advertía que la Unión de Repúblicas Soviéticas, “armada con todo el poder de la ciencia”, podría crear “una raza adaptada a las tareas mecánicas y con la única idea de obedecer al Estado comunista’”

“La revolución rusa de 1917 le había inquietado profundamente y se convirtió en un anticomunista”, cuenta Farmelo. “Siempre le había preocupado que habría pasado si los poderosos comunistas tuvieran manos peligrosas [como las nucleares o químicas], pero no tenía los mismos miedos sobre Reino Unido y Estados Unidos”.

Teléfonos móviles y animales de laboratorio

En el ensayo, el político británico mencionaba asimismo la obtención de “materiales treinta veces más fuertes que el mejor acero”. Se utilizarían para crear motores que controlaran la nueva fuente de energía descubierta por la humanidad. Las comunicaciones y el transporte por tierra, agua y mar tomarían “formas inimaginables” si el hombre era capaz de fabricar “un motor de 600 caballos de potencia que pesara 20 libras [unos nueve kilos] y llevara combustible para mil horas en un tanque del tamaño de una pluma”. 

El texto ahonda un poco más en las tecnologías de la comunicación, prediciendo la existencia de televisores y teléfonos sin cables que permitirían a su dueño conectarse con otra habitación “igualmente equipada”. Este podría “escuchar y tomar parte en una conversación como si estuviese asomando su cabeza por la ventana”, según Churchill. De todas formas, desde su punto de vista (o el de Lindemann), los urbanitas del futuro tampoco interaccionarían demasiado salvo con sus amigos íntimos y siempre a través de “medios de comunicación excesivamente rápidos”. 

Además del contacto remoto, la producción de alimentos también dejaría de ser un problema en el futuro visionado por el mandatario y su asesor científico. Sin embargo, mientras que en los años 30 la mayoría del sustento se obtenía gracias a la luz solar (ya fuese cultivos o ganado alimentado con pasto), los coautores del artículo veían el balance energético en el medio ambiente como un proceso ineficiente. 

En cuanto a los cultivos, la energía solar dejaría de ser necesaria. “Enormes bodegas, donde se generaría radiación artificial, sustituirán los campos de maíz y patata del mundo”, profetizaban el artículo. 

Muchos de los vaticinios de Lindemann y Churchill eran exagerados, pero otros acertaban de lleno con lo que sucedería unas décadas más tarde. O incluso poco después: en 1938, otro artículo firmado por el mandatario ahondaba de nuevo en el tema de la energía nuclear y pronosticaba su lanzamiento definitivo. “Dos meses después fue descubierta en Alemania", cuenta Farmelo. "Es absolutamente increíble”. 

El escritor británico apostaría “cien mil dólares” a que el texto sobre astrofísica analizado por Livio también salió de la mente de Lindemann. “Churchill no tenía ni idea de ciencia”, recalca. Su verdadera proeza consistió en apoyar la innovación desde su posición política y divulgar conocimientos científicos y técnicos en un lenguaje entendible por el público general. No es moco de pavo. “Imagina a Donald Trump escribiendo un artículo sobre la teoría de cuerdas, por ejemplo”, invita divertido Farmelo. O a Theresa May. O a Mariano Rajoy.

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Las imágenes de este reportaje proceden del ensayo ‘De aquí a cincuenta años’ (Winston Churchill) y cortesía de los Imperial War Museums

Los afortunados niños que aprendieron informática con el cofundador de Apple

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Un día de 1995, los padres de una comunidad 'hippie' de California decidieron diseñar una serie de actividades extraescolares para sus hijos. Los profesores serían ellos mismos. Así, el padre de una de esas niñas los llevaría a pasear por la naturaleza. La madre de otra decidió crear un grupo de chicas 'scout'. Y el padre de una tercera se dispuso a darles clases de informática.

Este último progenitor les enseñaría lo básico sobre el funcionamiento de un ordenador y algunas lecciones de mecanografía. También, les mostraría ese invento que se empezaba a popularizar, llamado internet. Gracias a ese hombre, los chicos descubrirían que en los chats era posible hacer amigos de todo el mundo. Aquel padre se llamaba Steve Wozniak.

Durante algunos meses, el cofundador de Apple fue el profesor de informática en horario extraescolar de una treintena de niños, entre los que se encontraba su hija Sara. Una compañera de la niña ("la conocía desde la guardería") es la ahora periodista Syambra Moitozo, que ha explicado a HojaDeRouter.com el funcionamiento de esas clases de Wozniak. "Nos enseñó sobre redes de ordenadores básicas, cómo usar el ordenador… Nos enseñó cómo usar internet, America Online [lo que luego se conocería como AOL]..." Señala además que "no eran clases formales", así que no hubo exámenes ni nada parecido.

¿Cómo era Wozniak? "Era muy muy amable", recuerda Moitozo. "Era muy atento con los alumnos" durante el tiempo que duraron las clases, que Moitozo no recuerda con exactitud ("quizá seis meses"). Una vez que terminaron el colegio y pasaron al instituto, las lecciones se acabaron y la periodista no volvió a tener contacto con el cofundador de Apple (“creo que lo vi en la graduación del instituto”, matiza).

Como profesor "era genial. Es una especie de niño grande, así que creo que se veía reflejado en nosotros", cuenta Tara Hodge, otra de las niñas que asistía a aquellas extraescolares. De 33 años, en la actualidad trabaja en una clínica ortopédica, tiene una hija de trece meses y vive con ella y su marido en Petaluma, una ciudad a unos 60 kilómetros al norte de San Francisco. "Las clases eran un par de días a la semana, tras la escuela, en nuestra aula habitual", explica a HojaDeRouter.com.

Al no formar parte las clases de un currículo, “nos dejó aprender a nuestro propio ritmo y trabajar en lo que estuviéramos interesados”. Si no te gustaba la mecanografía o las redes de ordenadores, siempre te quedaba la opción de navegar por AOL, “pero si de verdad estabas interesado, él te enseñaba lo que quisieras aprender”.

Según recuerda, Wozniak les explicó los conceptos básicos de informática y del uso de ordenador. "Nos enseñó código binario y cómo se hacían las imágenes", explica. "Trabajamos la mecanografía junto con la creación de imágenes digitales y animación por ordenador básica". Hodge recuerda cómo incluso algunos niños se llevaron sus propios ordenadores para "juguetear" con la placa base.

Aunque las clases tenían lugar dos veces a la semana, en ocasiones Wozniak escogía a algunos de ellos para continuar con las lecciones en su oficina de Los Gatos, una ciudad de California. "Creo que los niños que continuaron yendo a esas sesiones eran probablemente los que terminaron luego interesados en la tecnología".

"Como si tuviera las llaves de algún reino mágico"

Wozniak, que para entonces había abandonado Apple, les llevó los ordenadores. En concreto, unos PowerBook 1400, un portátil de la línea Macintosh. Con él hicieron todas esas actividades e incluso se atrevieron, según el relato de Moitozo, a diseñar páginas web simples. "Recuerdo sentir como si tuviera las llaves de algún reino mágico". El padre del Apple I también se preocupó de que hubiera conexión a internet en el aula.

De hecho, Moitozo recibió su primera lección sobre privacidad en internet con apenas 10 años. Pensando que uno de los protagonistas de 'Un chapuzas en casa', Jonathan Taylor Thomas, tendría correo electrónico, mandó un mensaje a JTT@aol.com con el fin de invitarlo a su casa para enseñarle su colección de tazos. En ese mensaje escribía su número de teléfono y su dirección. A las dos semanas, los padres de la joven recibieron "una carta mecanografiada muy cortés" de un dentista de Des Moines, en Iowa. El dentista les pedía que controlaran la actividad de su hija, que estaba dando información personal a desconocidos.

"No prestaba atención"

Stephanie Frost fue otra de las compañeras de Moitozo y Hodge en aquellas clases. Ahora tiene 32 años y vive en San José (California), trabajando como administrativa para una empresa de auditoría. Más de dos décadas después, sus recuerdos sobre la experiencia con Wozniak son difusos. "No recuerdo ninguna de las lecciones que enseñó, lo siento", reconoce. "No prestaba atención. No tenía ningún interés en enterarme de cómo funcionaba Ethernet o las máquinas de redes múltiples".

Eso sí, "disfrutaba navegando por AOL y chateando con mis compañeros de clase tras la escuela". Lo corrobora Moitozo: "Creo que el chat de America Online fue algo muy importante para muchos de nosotros en la escuela, porque te conectabas con gente de todo el mundo".

Lo que sí recuerda Frost es que Wozniak daba algunas clases en compañía de otros colegas, y que "cuando él estaba allí era siempre un profesor muy paciente". "Era capaz de bajar a nuestro nivel para que pudiéramos entender y absorber con facilidad el material". Además, aunque no recuerde las lecciones, sí puede rememorar "lo divertido que era cuando él aparecía con comida para todos y pequeños y divertidos regalos". Entre esos presentes hubo punteros láser, lo que resultó un desastre, pues aquel día los niños se lo pasaron intentando cegarse los unos a los otros.

"Cada día que teníamos clase pedía algo de comer para todos nosotros, McDonald’s (su favorita) o pizza", nos detalla. También recibieron una copia de una biografía de Wozniak ('Steve Wozniak: Inventor of the Apple Computer', de Martha E. Kendall). "El dinero no era un objeto para él, y creo que le hizo feliz hacer estas cosas por nosotros", resume.

Lo que recuerda Wozniak

Frost dice que ya no tiene contacto con él aunque, asegura, ambos son amigos en Facebook. Hodge tampoco mantiene el contacto y Mayroto cree que lo vio "en la graduación del instituto", aunque recientemente habló con él por teléfono para recordar esta experiencia.

Wozniak le contaba a Mayroto que lo más importante para él era "motivar a la gente haciendo las cosas tan divertidas como pudiera". "Tenía esa libertad, porque estaba patrocinando la clase y no estaba bajo la guía de un director", le dijo el cofundador de Apple. "Mi intención no era formar a la gente para que se convirtieran en especialistas de ordenadores o trabajaran para compañías informáticas".

Echando la vista atrás 22 años, Moitozo cree que las lecciones fueron muy valiosas. "Nos ayudaron a sentirnos más seguros de nosotros mismos", comenta. "Tuvimos acceso a tecnología que mucha gente no tenía, así que creo que nos sentíamos comos si tuviéramos más poder personal, aprendiendo y descubriendo cosas en línea”.

"Fuimos muy afortunados de muchas maneras por crecer donde lo hicimos e ir a la escuela a la que fuimos, y Steve fue claramente parte de ello", sintetiza Hodge. "No supimos cuán especial era en realidad. Creo que teníamos cierta idea, porque nuestros padres lo sabían, pero probablemente ninguno de nosotros lo apreció en su alcance total hasta hace poco. Y con la explosión de Apple en la última década o así, lo hace parecer incluso más especial".

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Las imágenes son cedidas por Syambra Moitozo y propiedadde Robert Scoble Wikipedia

Sonido a la carta: la tecnología de la televisión del futuro se prueba en España

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Los esfuerzos de la industria tecnológica por llevar a los hogares de medio mundo las pantallas con resolución 4K parecen estar dando sus frutos. Según un reciente informe de la consultora londinense IHS Markit, 2016 terminó con una “increíble aceleración” en las ventas de pantallas de ultra alta definición. Concretamente, el 43 % de las ventas de televisores en Europa occidental durante el último trimestre del pasado año correspondió a aparatos de más de 40 pulgadas con resolución 4K, una cifra que asciende hasta el 56 % en China o el 53% en Japón.

Pero no solo de lo que entra por los ojos vive el telespectador. De hecho, mientras el futuro de la imagen parece estar encaminado, el sonido del mañana aún está en período de pruebas. Y precisamente España tiene algo que ver en esa fase experimental: Televisión Española ha sido la primera cadena de todo el mundo que ha hecho emisiones únicamente en AC4, el nuevo formato de audio con el que Dolby pretende revolucionar el sonido de la televisión.

“Es un códec de nueva generación, una tecnología para codificar audio”, explica Guillermo Niño, Senior Manager de Dolby Laboratories en el sur de Europa, a HojaDeRouter.com. Una de las principales ventajas de este nuevo códec es que permite comprimir más la señal sin que el sonido se resienta. En concreto, y según Niño, es un 50 % más eficiente a la hora de codificar la información, lo que quiere decir que con AC4 es posible describir con menos bits los mismos datos. En definitiva, hacen falta menos recursos para llevar un sonido de mayor calidad a la audiencia.

Además, este estándar, que ya ha sido aprobado por el Instituto Europeo de Normas de Telecomunicaciones (ETSI) y por Digital Video Broadcasting (DVB), abre la puerta a la personalización del sonido en las emisiones televisivas. “Es posible enviar la información al usuario estructurada en objetos sonoros que permiten que cada espectador elija qué elemento quiere escuchar”, detalla Niño.

En una retransmisión deportiva, por ejemplo, cada espectador sentado ante su televisor podría decidir qué quiere escuchar. Gracias al formato AC4, podría crear una experiencia personalizada combinando el audio que proviene de la hinchada local, las palabras del entrenador de su equipo y la retransmisión de un comentarista afín. O podría prescindir de este último y escuchar las palabras del árbitro, si lo prefiere.

Esta nueva posibilidad, que se conoce como “audio por objetos”, presenta una ventaja adicional a la hora de ver programas grabados, tales como películas o series. El espectador, ante un diálogo que deja de escucharse porque queda eclipsado por la música o los efectos de la película, podría subir solo el sonido de la conversación y acabar con el problema.

Aterrizando en España

Tras la estandarización del formato, Dolby ha llegado a acuerdos con fabricantes como Sony o Philips para que sus futuros televisores incorporen la compatibilidad con AC4. Mientras tanto, España se ha convertido en una suerte de laboratorio para la multinacional estadounidense: en colaboración con la Cátedra de RTVE en la Universidad Politécnica de Madrid, Dolby ya está experimentando con su códec de nueva generación para retransmitir algunos contenidos de la pública.

“Empezamos haciendo emisiones con señal de ultra alta definición y, al no haber en el mercado dispositivos comerciales que descodifiquen AC4, emitíamos de forma simultánea el contenido tanto con AC3 como con AC4”, explica el director de la Cátedra, José Manuel Menéndez, a HojaDeRouter.com. Sin embargo, con la llegada de los primeros descodificadores comerciales (“experimentales, pero comerciales”, aclara Menéndez), la Cátedra de RTVE comenzó a emitir solo con el nuevo formato de Dolby, convirtiéndose en pionera a nivel global. 

Estas emisiones experimentales se limitan por ahora a un área muy reducida. En concreto, la que circunda la Ciudad Universitaria de Madrid. “Nos permite llegar a toda Ciudad Universitaria, Moncloa, Aravaca, Pozuelo, Boadilla y Majadahonda”, explica Menéndez. “Nos gustaría llegar más allá, y no llega a todo Madrid por la posición geográfica que tenemos, pero nos sirve para hacer pruebas en un ámbito relativamente suficiente y está todo controlado para no producir interferencias”, explica el director de la Cátedra. El objeto de estas emisiones experimentales en la capital, según Menéndez, es poner a prueba las opciones de personalización que ofrece el audio orientado a objetos.

No obstante, desde el ente público aclaran que, por ahora, no se plantean la posibilidad de adoptar este nuevo formato de audio para las emisiones habituales. “De estas pruebas experimentales, algunas terminarán llegando a la emisión normal de RTVE y del resto de las cadenas, pero no es algo que esté en la agenda, no es algo que tengamos previsto que vaya a suceder en una fecha determinada”, explica el director de Emisión, Redes y Comunicaciones de RTVE, Adolfo Muñoz. “Tenemos un problema y es la falta de equipamiento comercial, así que hay que ir enseñándole a la industria las ventajas para que el mercado vaya evolucionando”, concluye Menéndez.

Desde Dolby indican que hay otra posible barrera de entrada que AC4 podría encontrarse en su camino hacia las emisiones televisivas de nuestro país: el regulador. “En España es labor del Ministerio de Industria regular esto, y hoy por hoy no parece que haya movimientos en este sentido”, explica Niño. “Nadie toma decisiones de cambio de tecnología únicamente por el audio: a pesar nuestro, el vídeo todavía tiene más importancia y este tipo de cambios tienen que estar asociados a cambios en el video”.

Así, el AC4 necesita como aliado al 4K y, mientras se siguen realizando pruebas en España, este códec deberá convencer a no pocos actores: fabricantes, cadenas de televisión y, por si fuera poco, reguladores nacionales. Es la ruta que tiene que seguir si espera convertirse en el estándar de sonido del futuro, ese en el que cada espectador decidirá qué quiere escuchar y cómo hacerlo.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Victor Semionov, Dolby Laboratories y Wikimedia Commons

El primer invento español con pinta de robot era un intrusivo 'androide anuncio'

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“Un muñeco mecánico publicitario, aplicable a toda clase de publicidad, constituido esencialmente por un armazón esterior articulado, de aluminio [...] que constituye el muñeco, y una instalación especial inferior formada por aparatos y útiles conocidos”. En 1933, dos jienenses presentaron una patente de invención para proteger una idea con la que pensaban revolucionar la propaganda.

El oficial técnico de telégrafos Juan José Pérez y el perito Andrés López se habían percatado, ya en aquella época, de que había “una gran mayoría refractaria a toda clase de publicidad”, según consta en el documento al que ha tenido acceso HojaDeRouter.com. Así, se les ocurrió crear un “original muñeco mecánico” para que los anuncios fueran oídos “forzosamente por la gran masa pública y no a voluntad”

El dúo andaluz no planeaba que su creación, con apariencia de un imponente robot humanoide, amedrentara a los viandantes para conseguirlo. Una persona debía enfundarse en este traje de aluminio, cual Kenny Baker en los primeros R2-D2, y “accionarlo, andando a paso lento, moviendo los brazos, girando la cabeza, emitiendo música o historietas y anunciando a viva voz”. El traje no incluía un sistema de síntesis de voz, pero las proclamas del hombre anuncio se escucharían gracias a “un altavoz electrodinámico” para que el sonido saliera por debajo de la cabeza del muñeco.

Un gramófono para emitir músicaun invento nacido en 1890 para reproducir discos pregrabrados—, un timbre eléctrico, una bocina, además de una batería de acumuladores y una serie de interruptores dispuestos según las detalladas instrucciones de la patente formaban parte del arsenal tecnológico del muñeco mecánico publicitario. También llevaba cuatro bombillas en la pechera, un buzón en la parte delantera para la correspondencia y los folletos o un reloj esférico luminoso en la espalda “para fijar la atención del público”.

Aunque no actuara realmente como un autómata, el simple hecho de que dos españoles diseñaran en aquella época un primitivo armazón con tecnología semejante a la de los primeros androides ha hecho que la Oficina Española Española de Patentes y Marcas (OEPM) haya otorgado reconocimiento a este hombre anuncio de Jaén. Su Museo Virtual le ha hecho un hueco en su galería dedicada a las patentes curiosas, aludiendo a su semejanza con los primeros robots humanoides.

Del muñeco mecánico al robot

“La Humanidad futura será de muñecos mecánicos, o autómatas —el robot u hombre dirigido—, incapaces de producir la espontaneidad de un pensamiento, como no les sea sugerido, a manera de los cerebros electrónicos, poderosas máquinas capaces de resolver problemas matemáticos, pero incapaces de generar la más sencilla idea original”.

El miedo a los robots no es tan moderno como podríamos creer. En 1954, 'La Vanguardia' se expresaba en esos términos para explicar el significado de la obra del teatro R.U.R. (‘Robots universales Rossum’) escrita por el checo Karel Čapek.

Basándose en el término ‘robota’ (trabajo), el escritor centroeuropeo ideó la palabra ‘robot' para describir a los androides de su obra. Estrenada en 1921, contaba la historia de una empresa que fabricaba humanoides para ser esclavizados. La palabra, “hoy tan vulgarizada en todo el mundo”, según el artículo de ese periódico, comenzó a utilizarse en inglés poco después.

Eso sí, al igual que los padres de ese hombre anuncio de apariencia robótica, en España se utilizaba con frecuencia el término "muñeco" para referirse a los primeros autómatas. De hecho, Francisco Sanz llamaba “muñecarros” a la treintena de robots que formaban parte de su sorprendente compañía de teatro a principios del siglo XX.

‘La Actualidad. Revista Mundial de Información Gráfica’ dedicaba un artículo a los “muñecos mecánicos”, juguetes dotados de cierto movimiento creados en una fábrica de París, ya en 1906. ‘Hojas Selectas’, una revista mensual, también dedicaba por aquellas fechas un artículo al “hombre artificial”: un “muñeco mecánico” que su creador alemán bautizó como “el caballero Enigmarela” y que caminaba, montaba en bicicleta e incluso escribía su nombre gracias a su construcción “extremo complicadísima”.

De hecho, el semanario de cine ‘Popular Film’ también calificaba como “muñeco mecánico” a María, la malvada ginoide que protagonizó ‘Metrópolis’ (Fritz Lang, 1927). Era uno de los primeros robots que aparecía en una película, y gracias a ello, la cinta fue considerada como una obra maestra ya en aquella época. 

Así que, al igual que la actriz Brigitte Helm se hacía pasar por un robot en ese film, un hombre podía transformarse en un autómata siguiendo las instrucciones de la solicitud de patente del muñeco mecánico publicitario. El buscador histórico de la OEPM recoge otra patente de muñeco mecánico por aquellas fechas (solicitada por un artesano en 1929, destinada al “entrenamiento de boxeo”), además de otra solicitud de “un nuevo juguete mecánico que representa un muñeco tocando un tambor” de 1932. En realidad se registraron muchas otras patentes para la construcción de autómatas, aunque el primer invento que incluye el término "robot" en el título de la solicitud data ya de 1963, según el buscador de la OEPM.

No obstante, la oficina ha reconocido la originalidad de ese muñeco publicitario, semejante tanto a la María ideada por el director austriaco y su esposa Thea von Harbou como a otros robots de toscas formas que sí merecían ese nombre por aquella época. En Reino Unido, el capitán y periodista William Richards y el ingeniero Alan Herbert Reffell, idearon a Eric el Robot. Capaz de andar y mover sus brazos torpemente, fue presentado en un evento de 1928 y es considerado el primer robot de Reino Unido. 

Hace unos meses, el Museo de las Ciencias de Londres recaudó más de 50.000 libras (57.000 euros) en Kickstarter para crear una réplica de Eric, que ahora puede contemplarse en la exposición dedicada a los 500 años de robots humanoides que acoge el museo y que recorrerá el mundo en los próximos años.

En 1927, R.J. Wensley, ingeniero de la compañía estadounidense Westinghouse Electric, patentó el controlador y supervisor de Televox, un humanoide que se podía manejar por “control remoto” y que llegaría a responder a una voz humana. Aquella empresa fabricó muchos otros robots: en 1939, presentaron en la Feria Mundial de Nueva York a Elektro, un gigantesco humanoide que se fumó un cigarrillo delante de los asistentes y que incluso iba acompañado de un cariñoso perro robótico, Sparko, que pereció tras ser atropellado.

Aunque se desconoce si el oficial técnico de telégrafos y el perito de Jaén sabían de la existencia de todos estos desarrollos, lo cierto es que sus creadores ya hablaban del porvenir en la solicitud de patente de su armazón exterior, diseñado “a semejanza de la forma humana”. Planteaban como posible variación que adoptara la de “un dibujo futurista”.

¿Un antecedente del ‘spam’?

Los planos recogidos en la patente del muñeco mecánico publicitario también muestran que, además de ensordecer a los vecinos, la estructura llevaría publicidad encima. 'ABC' podría anunciarse en la cabeza, el diario 'Ahora' en el brazo derecho, el Petróleo Gal (un producto para cuidar el cabello) en la pierna y la madrileña relojería Coppel en la espalda.

“Hemos ideado nuestro original muñeco mecánico, para que mediante él se pueda alcanzar una publicidad amplia, máxima, que, por medio de una nutrida red de muñecos mecánicos, se propague a la vez una marca o artículo en los diferentes puntos de un país”. Previamente a la llegada de la televisión y mucho antes de la creación de internet, los padres de este hombre de hojalata parecían incluso predecir el ‘spam’ que hoy en día nos llega por correo electrónico y redes sociales.

No obstante, la patente del original muñeco mecánico publicitario se denegó en su día, siguiendo el Estatuto de la Propiedad Industrial de 1929, por lo que solo la conserva el Archivo Histórico de la OEPM, según nos informan desde esta institución. Pese a ello, cabe reconocer la originalidad del invento.

En 1950, casi dos décadas después, un muñeco mecánico presentado en una exposición de Múnich protagonizaba la portada del diario 'ABC'. El público miraba con asombro al “vendedor de periódicos” del futuro, que, al igual que el de Jaén, disponía de una ranura. Echando una moneda, voceaba las noticias más importantes del día a través de discos gramofónicos.

Mientras tanto, la creación de estos dos jienenses ha quedado inmortalizada en la galería de patentes curiosas de la OEPM, junto a otros inventos tan originales como un fotomatón antropomórfico similar a un fraile de 1891, una muñeca patinadora de la fábrica Tilfanny o una silla cama apodada el Perezoso Ideal de 1916. Multitud de inventos curiosos, como este 'androide anuncio’, se esconden en las estanterías virtuales de ese museo de patentes.

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Las fotografías 1, 2 y 5 son propiedad del“Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Oficina Española de Patentes y Marcas. Archivo. Fondo  Histórico. Exp. Patente número 132292. 

La fotografía 3 es de Wikimedia Commons. 

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